jueves, 22 de diciembre de 2022

Ciudades de Iberoamérica: Río de Janeiro

Ciudades de Iberoamérica: Río de Janeiro




            Como seguramente sucede con tantos lugares míticos, hay dos Ríos de Janeiro: el que está en el imaginario colectivo, y el físico. Los dos, de algún modo, son reales y algo comparten, pero… no son lo mismo. El primero está formado por el poso de toda una vida viendo imágenes, escuchando canciones, soñando escenas… Desde la “garota de Ipanema”, hasta tantas evocaciones musicales y visuales de Copacabana, estas dos playas (y son solo un ejemplo) dan nombre a tantos establecimientos y lugares del mundo, y los lugares más emblemáticos de la ciudad, como el Pan de Azúcar o el Corcovado con su Cristo Redentor, han de ser probablemente algunos de los más reproducidos y fotografiados del mundo. De alguna manera, Río, como Nueva York, París, Roma y no muchas más ciudades, son conocidas antes de ser físicamente conocidas, y eso, por supuesto, puede afectar, positiva o negativamente, en el momento de ese encuentro efectivo. En mi caso, ese encuentro me permitió conocer una ciudad que, por un lado, es tal y como la imaginaba, pero por otro es muy diferente, más amplia, más variada y… obviamente, también con lugares y escenas no tan encantadoras. 




            De momento no deja de ser inesperado llegar a Ipanema y Copacabana en un día lluvioso y nublado, en el que las playas estaban casi vacías. Con todo… su encanto es incuestionable y acaso más discreto en esa ocasión, aunque luego pude verlas con más sol y más ambiente. Pero además, la ciudad ofrece mucho más, y si una palabra pudiera definir y sintetizar todo lo que significa esta es el contraste. Encontramos una gran ciudad ubicada en un espacio natural privilegiado, se diría que paradisíaco, pero, como es bien sabido, no todos sus rincones tienen el mismo atractivo. Como toda gran ciudad, tiene también el frenesí del tráfico a veces infernal, barrios y lugares lujosos junto a otros mucho más humildes, zonas más cuidadas y seguras, y otras más inquietantes. Y, desde luego, es la primera que, además de sus apabullantes atractivos turísticos, que incluyen una de las siete maravillas del mundo moderno, es también mundialmente conocida por algunos de esos lugares más pobres e inseguros, como son las favelas. Afortunadamente, en algunas de ellas las condiciones han mejorado algo, y son incluso susceptibles de visita. Estuve en la de Santa Marta, con un excelente anfitrión, y la visión de un lugar humilde vino acompañada de una sensación de dignidad y de ilusión porque las cosas siempre pueden cambiar y mejorar. En fin, no llego a mencionar tantos otros lugares de interés, que además el lector conocerá. Pero no puedo dejar de hacer referencia a la espectacular gastronomía de la que puede disfrutarse en algunos de sus restaurantes, sobre todo para los aficionados a los rodizios o al pescado. 

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