Batallas
de órganos
Hace algunos años, al hilo de los
magnos eventos que jalonaron el llamado “año Greco”, comenzó el Festival de
Música que ha tenido como hito fundamental las batallas de órganos llevadas a
cabo en la catedral primada. Este año estamos en la IX edición de este evento
organizado por la Real Fundación Toledo, que en no demasiado tiempo ha pasado a
convertirse en una de las citas culturales más importantes del año en nuestra ciudad.
Reconozco que no soy un gran aficionado a este tipo de eventos musicales, y en
parte por esto, en parte por tantos otros compromisos y actividades, no había
asistido hasta ahora a una de estas batallas. Pero el pasado sábado estuve en
la XVII, dedicada a Los Milagros de Nuestra Señora, y debo decir que salí con
la sensación de que los comentarios elogiosos que ya había escuchado sobre
estos eventos se quedaban cortos ante la maravillosa experiencia vivida. Quien
tenga un mínimo de sensibilidad musical y artística comprenderá enseguida que
la fórmula es infalible: los mejores órganos en las mejores manos, y en el
marco incomparable de la Catedral de Santa María de Toledo. Cuatro órganos
mayores, tres realejos y el clave, a pleno rendimiento, en perfecta armonía, en
permanente “diálogo” (probablemente este término es más preciso que el de
“batalla”, aunque no cabe negar el impacto y potencial de este último); y todo
ello sin olvidar el añadido de excelentes improvisaciones, de la mano, en esta
concreta batalla, de Carlo Maria Barile, Pablo Márquez Caraballo, Atsuko
Takano, y Juan José Montero Ruiz.
La
experiencia es inolvidable y en cierto modo inenarrable, además yo no sabría
hacer una crítica profesional. Pero no puedo dejar de intentar transmitir esa maravillosa
sensación de ese sonido que llena e invade el espacio y luego queda, sobre todo
cuando suenan los órganos mayores, “atrapado” en el aire por unos instantes,
antes de apagarse o de empezar a escuchar la “respuesta” de otro órgano. O el
muy diferente ambiente creado por los órganos del siglo XVIII, contemporáneos
de Bach, interpretando alguna de sus obras. Todo ello en ese escenario único,
como es la catedral, único lugar en el que podemos escuchar esos órganos
mayores que viven en nuestro templo y forman parte de él, y con una iluminación
perfecta, cambiante, siempre adecuada y discreta, siempre al servicio de la
música. En no pocos momentos no resulta fácil elegir entre disfrutar la música
acompañada de esa visión espectacular del entorno, o cerrar los ojos y dejarse
llevar por las notas. Y todo ello durante unas dos horas, que más bien parecen
un santiamén. Todavía queda la batalla XVIII (dedicada a la Batalla de Lepanto,
el día 8) y la XIX (Apocalipsis de San Juan, el día 22), así que si quedan entradas,
no lo duden. Y si no, apúntenlo para la próxima edición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario