Otra
vez la carne
Me
congratula mucho coincidir con el presidente del Gobierno en algunas
cuestiones realmente relevantes. Por ejemplo, en la afirmación de que “a mí,
donde me pongan un chuletón al punto… eso es imbatible”. Estoy rotundamente de
acuerdo, y si tuviera que hacer algún matiz, que por algo los juristas solemos
ser puntillosos, sería para decir que yo tiendo a preferir el término tres
cuartos, ya que, una vez que al ser humano le costó milenios descubrir el
fuego, conviene aprovechar el más importante uso de este descubrimiento fundamental.
O, ya puestos, para situar en un nivel de intensa rivalidad con el chuletón al
insuperable cachopo asturiano… Sea como fuere, si algún día llegase el nefasto
momento en que nos prohibieran comer carne, o específicamente carne de vaca,
creo que yo tendría que decir “paren el mundo, que yo me bajo”. Mis lectores
más constantes y perseverantes, si es que alguno queda con estas
características, saben que he dedicado a esta cuestión anteriores miraderos, y
si bien no pretendo ser en absoluto un experto en el tema (bastante tenemos con
equivocarnos en lo que supuestamente sabemos, como para meternos en “otros
jardines”), lo he abordado con cierta seriedad, y ofreciendo siempre
referencias de algunos estudios sobre el tema. En esta línea aporté análisis que
demostraban las bondades de la dieta paleolítica, así como estudios que ponían
de relieve que la que llamé “la revolución del confort”, esto es, la del
Neolítico, la que nos hizo sedentarios e introdujo los cultivos en nuestra
alimentación, solo podía explicarse como un progreso si se considera que aportó
a nuestra dieta la valiosa cerveza. Y, desde luego, si se tiene en cuenta que
esa revolución nos permitió “asegurar” el consumo de carne introduciendo la
ganadería, y no solo la caza, como fuente de proteínas animales.
Las
pobres vacas llevan milenios con nosotros, y en puridad no existirían como
animales domésticos sin nuestra presencia. Me parece un poco aventurado decir
que el metano de sus ventosidades es una causa principal de nuestro (indudable)
cambio, crisis o emergencia climática. Cuestión distinta es que su cría sea
ahora más masiva que nunca en algunos lugares, o más cara que otros alimentos
sin carne, sobre cuyo consumo existen hoy intensos intereses comerciales. Se
comprende (a medias) que Naciones Unidas se base solo en datos globales, pero
mucho menos que lo haga, de forma bastante ligera y sesgada, el ministro de
consumo de un país como España, que no encabeza precisamente el ranking mundial
ni europeo de consumo de esta carne, y que es un lugar tradicional de cría de
vacas en condiciones de bienestar animal, actividad de cuya permanencia
depende, en parte, la preservación de toda una forma de vida amenazada en tantas
zonas.
(Fuente de las imágenes: https://www.thebutchersociety.com/sorprende-este-san-valentin-con-chuleton-horno/?lang=ca y archivo propio)
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