Triste
aniversario
El pasado 14 de marzo se cumplía un
año desde la declaración del primer estado de alarma motivado por esta
pandemia, que en esa fecha ya se extendía de forma imparable en nuestro país y
en el mundo. Desde entonces, más de 100.000 muertos en España, según el INE,
constituyen ya de por sí un dato escalofriante, y una trágica cifra que, en un
mismo año, creo que no había sido alcanzada antes por una única causa, al menos
desde la guerra civil. El mundo entero ha entristecido por los efectos de este
virus, más lesivos que cualquier otro recuerdo de esta generación, al menos en
occidente. Y es verdad que, en mayor o menor medida, todos los países se han
visto afectados y, desde luego, ningún Gobierno podría haber parado o
minimizado la expansión de la pandemia. Pero sería injusto utilizar este
argumento para tapar las muchas cosas que se podrían haber hecho mejor, la
inadecuada gestión de tantos aspectos de la pandemia, e incluso, ya en el
ámbito más jurídico, la inexplicable inacción en ámbitos que estaban claramente
necesitados de una mejor regulación, como la legislación electoral, la
regulación legal de los estados excepcionales, o la propia legislación
sanitaria, cuyas carencias se apuntaron ya desde los primeros meses de la
pandemia. Basta recordar la inexplicable autorización de numerosos eventos
multitudinarios en una fecha tan avanzada como el 8 de marzo de 2020; la falta
de previsión oceánica de quienes calcularon que no tendríamos “más allá de
algunos casos”. O las titubeantes explicaciones sobre los medios de protección,
como las mascarillas, que pasaron de no resultar recomendables, a considerarse
obligatorias en cualquier lugar, incluso en el caso de personas en solitario en
espacios abiertos (por no decir las vacilaciones sobre el tipo de mascarilla
más recomendable). Hemos tenido, sobre todo en el primer estado de alarma,
algunas de las medidas más restrictivas del mundo, pero nuestras estadísticas
nunca han sido buenas. Claro que hay personas que incumplen las normas, pero,
por un lado, me niego a creer que sean una mayoría, y por otro, eso no habla
muy bien de unos poderes públicos incapaces de convencer de lo que es necesario
y, si es preciso, imponerlo. Como siempre digo, ningún Estado se sostiene sin
coacción, pero tampoco ninguno puede sostenerse solo con la coacción.
En el ámbito más jurídico-político,
la excepción parece haberse convertido en normalidad. Desde aquel 14 de marzo,
más de la mitad de los días hemos estado bajo distintos estados de alarma. Aparte
de algunas dudas que tendrá que resolver el Tribunal Constitucional, pasamos
primero de la centralización y las prórrogas quincenales, a este último estado
de alarma de seis meses casi sin control, en que se centraliza para delegar
poderes en las Comunidades Autónomas, y finalmente, se tratan de eliminar las
diferencias entre ellas a través de una Conferencia Interterritorial que emana
por consenso normas que no se publican y nadie sabe qué posición ocupan en el
ordenamiento jurídico… En fin, solo nos quedan la paciencia y la esperanza.
(Fuente de la imagen: https://www.rtve.es/rtve/20210309/rtve-recuerda-primer-aniversario-estado-alarma-covid-19/2081285.shtml )
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