De
la reconciliación al odio
Que nadie se engañe, el verdadero
objetivo de muchas de las medidas y propuestas que estamos viendo es el
descrédito la transición política, que no solo permitió jurídicamente la
aprobación de nuestra norma fundamental, sino que creó el clima necesario para
que un nuevo sistema fuera posible. Con todos los defectos que se quieran
señalar, la transición fue un proceso que consiguió al fin superar nuestros
arraigados enfrentamientos cainitas, sustituyéndolos por un espíritu de
reconciliación que, desde luego, necesitaba del perdón y del olvido. Algunos
quieren ahora superar ese “régimen”, y para eso necesitan ir erosionando sus
pilares hasta devastarlos, estableciendo las bases de un nuevo régimen que,
basado en el odio y el espíritu revanchista, sustituya al actual. Quienes así
piensan, lógicamente, creen que el odio y el revanchismo les resultarán
favorables, no solo en términos de votos, sino a través de la movilización
social y de la erosión de las instituciones actuales, que permita su
superación.
Las muestras de lo que digo son ya
tan sumamente numerosas que no cabrían aquí. Como meros ejemplos, podemos
hablar de esa llamada “memoria democrática” que trata de imponer una historia “oficial”
sin alternativa y que, frente a lo que parece, tiene como objetivo central la
propia transición. Así se entiende que la fiscalía haya modificado el criterio
anterior, facilitando la investigación que una juez argentina lleva a cabo y
que rompe con tantos principios jurídicos elementales. Y por supuesto, el
anteproyecto de ley de memoria democrática que, con grave quebranto del
principio de seguridad jurídica, supone entre
otras tantas medidas cuestionables la demolición de uno de los pilares de la
transición, como fue la ley de amnistía (de la que se beneficiaron personas de
todo signo), para revisar delitos cuyos autores, en la inmensa mayoría de los
casos, ya están muertos, salvo acaso… algún responsable político de la
transición. Y así se entiende el constante acoso a la monarquía, que es el
mejor símbolo de nuestro mejor sistema político, y que ha tenido como
manifestación más reciente y vergonzosa la no explicada prohibición de la
tradicional presencia del monarca en el acto de entrega de los despachos
judiciales en Barcelona. Y así, también, el fomento del odio social que subyace
a las protestas por las medidas adoptadas en algunos barrios de Madrid que, con
independencia de su mayor o menor acierto, es claro que no tratan de
discriminar a los “más humildes”… Se entiende casi todo, especialmente en el
partido que lleva desde siempre en su programa la idea de esa superación del
“régimen del 78”, que en definitiva se muestra como mera continuidad del
“régimen del 39”. Lo que pasa es que ese partido es solamente la cuarta fuerza
política. Y lo que no se entiende es que el partido con más votos y escaños,
que siempre se ha presentado como defensor de nuestro sistema constitucional de
monarquía parlamentaria, y que nunca ha llevado en su programa ese plan de
“demolición”, no solo participe, sino que lidere actualmente ese proyecto, que
no fue presentado, ni por tanto avalado, por sus votantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario