blog de Francisco Javier Diaz Revorio, dedicado a mis "Miraderos", Toledo, Asturias, Iberoamérica, viajes, libros, música, prensa, publicaciones y todo tipo de lecturas. También, desde luego, cine, fotografías... e iphonegrafías.
miércoles, 15 de agosto de 2018
Caminando hacia Santiago
Caminando hacia Santiago
El camino es, casi siempre, más
importante que el destino. Pero no tiene sentido caminar sin un destino. Esa
es, entre otras, la diferencia entre el caminante y el peregrino, ya que este
último va a un lugar concreto y con un propósito determinado. En realidad, más
que de un destino, habría que hablar de una meta, que puede ser un lugar, pero
también un reto físico, mental, psicológico o espiritual. A veces, ni el propio
caminante conoce esa meta, o bien surge en el propio camino. Dicen que todos
los caminos llegan a Roma, pero en España (y también en buena parte de Europa)
muchos caminos llegan a Santiago. Desde Cádiz o Huelva, desde Valencia o
Barcelona, desde Irún, Roncesvalles o La Junquera, se puede “hacer el camino” a
Santiago; y también, desde luego, desde París, Milán o Ginebra. Por supuesto,
el camino de Santiago, en su variante de Levante, atraviesa nuestra ciudad de
Toledo, y no sé si todos los que pasean por la llamada “senda ecológica” saben
que están haciendo un tramo. Todo ello nos ofrece una oportunidad excepcional
de caminar con una meta. No importa si se va a llegar a Santiago, no importa
tampoco la motivación concreta de cada caminante: seguir la flecha amarilla (si
puede ser en etapas que nos exijan cierto esfuerzo y nos hagan conocer el
cansancio) nos hace partícipes de una historia multisecular, compartida por
millones de personas desde que el rey Alfonso II, primer peregrino a Santiago,
iniciara desde Oviedo lo que hoy conocemos como “camino primitivo”. Caminar y
caminar siguiendo el símbolo de la vieira nos da nuestra pequeña cuota de
protagonismo en la historia de España, de Europa y de eso que algunos llaman
“Occidente”.
Seguir el camino nos permite
comprender que, como en la vida, vamos avanzando paso a paso. Que no debemos
tener prisa, pero sí perseverancia, constancia, y una voluntad firme de
alcanzar nuestros objetivos. Que, solo por seguir ese objetivo, vamos a poder
conocer pueblos a los que, de otro modo, jamás habríamos ido; tratar con
personas con las que jamás habríamos hablado; visitar iglesias y ermitas que
nos descubren el inmenso patrimonio cultural y espiritual de nuestra tierra, y
de algún modo nos van recordando nuestro propósito último; disfrutar de
espectaculares paisajes que nos hacen valorar la belleza de la naturaleza, que
no nos pertenece, sino a la que nosotros pertenecemos. El verdadero peregrino
comprenderá además que el camino, como la vida, tiene también otros momentos
menos gratos, monótonos y más duros. Y los asumirá como parte del todo, como
medio para alcanzar ese objetivo representado en el Apóstol, pero que en
realidad es la luz que queremos que ilumine nuestra vida.
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