viernes, 20 de julio de 2018

Elogio de la manzana

Elogio de la manzana

            La manzana es, sin duda, mi fruta favorita. Sus propiedades dietéticas son innumerables, y sus ventajas, incuestionables. Es sobradamente conocido ese dicho inglés (en realidad parece que originario de Gales en el siglo XIX): “an apple a day keeps the doctor away”. Es sana, tiene efecto saciante y se puede comer en cualquier momento y lugar. Vaya a donde vaya, siempre procuro llevar una manzana encima si voy a estar toda la mañana o toda la tarde fuera: así me aseguro una comida que rápidamente puedo degustar en cualquier momento. Además, se pueden conseguir fácilmente, en casi cualquier tienda, o en casi cualquier hotel si uno desayuna fuera de cada. Y aunque me gustan todo tipo de manzanas, me quedo con las rojas… y más aún con las manzanas Golden, de las que me encanta su textura y su impresionante resistencia y duración. A veces, en caso de viaje, algunas me han acompañado días y días, incluyendo desplazamientos en mochilas o maletas, sin estropearse en absoluto.



            La manzana es tan valiosa y codiciable, que no es extraño que prácticamente todos los artistas que han plasmado el árbol de la ciencia del bien y del mal han imaginado que la fruta prohibida era… ¡una manzana roja!, a pesar de que nada dice el Génesis. Y es que, puestos a imaginar a nuestros primeros padres arriesgando su vida paradisíaca por comer fruta, cabe pensar en una que ejerciera un atractivo tan irresistible como para desobedecer la prohibición divina: y a nadie se le ocurre nada más tentador que la fruta del manzano, a ser posible grande y con una piel de intenso color bermejo. Y Dios, que evidentemente tenía que ser justo y cumplir su palabra, expulsándonos del Paraíso, no quiso excederse en su dureza, y nos dejó, incluso en este destierro, seguir comiendo y disfrutando de las manzanas, ya que con un criterio estricto podría habernos privado de ellas para toda la eternidad. Salimos del Paraíso (porque es imposible mantener una vida paradisíaca cuando se es consciente de lo que está bien… y de lo que está mal), pero nos quedan para siempre las manzanas, y además ya no están prohibidas. Y si todo lo anterior no fuera motivo suficiente de elogio, no hay que olvidar que la manzana puede también tener el destino más noble y sublime que imaginarse pueda: convertirse en ese “manjar de dioses” de sabor insuperable y maravillosos efectos sobre el cuerpo y el alma, que es la sidra. Que se consume en muchos lugares del mundo, pero -me permito decir- alcanza su techo insuperable en Asturias. Y es que no es casualidad que, en este destierro terrenal, esa tierra del norte de España es lo más parecido al paraíso…

(Fuente de las imagines: 


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