¿Trabajaremos siempre?
Si creemos (aunque sea entendiéndolo
en términos metafóricos) al autor del Génesis, en el Paraíso no se trabajaba.
El trabajo debió venir después, y fue consecuencia de una maldición divina por
nuestro pecado: “ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Aunque también es
verdad que, mucho más tarde pero sin salir todavía de la Biblia, San Pablo
entendió el papel del trabajo de todos en una sociedad justa, como servicio o
aportación a la comunidad, y por eso estableció que para aquellas primeras
comunidades cristianas que “el que no trabaje, que no coma”. El trabajo ha
sido, por tanto, algo así como un “mal necesario”, una obligación para el ser
humano, pero compensada no solo por la contraprestación económica que
representaba el salario, sino también por el beneficio que supone para la
sociedad. De todos modos, acaso siempre ha existido un sueño, un anhelo más o
menos utópico, de poder suprimir o reducir el trabajo, en beneficio del ocio.
Quizá fue Karl Marx quien más claramente formuló ese deseo para el futuro,
partiendo de que el trabajo era esencialmente una explotación del empresario al
trabajador, que se veía obligado a enajenar lo único que realmente poseía, que
era su fuerza laboral, a cambio de un salario ridículo porque la plusvalía se
la quedaba el propio empresario. Hoy a eso se le suele llamar beneficio
empresarial, pero las huellas de todo lo que he venido comentando aparecen en
el constitucionalismo social, y la Constitución española de 1978 es buen
ejemplo de ello. Ciertamente, el trabajo se configura como deber, pero también
como derecho, y viene acompañado del derecho a la libre elección de profesión u
oficio, y también “a la promoción a través del trabajo y a una remuneración
suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia” (artículo 35).
Es difícil no ver la huella tanto de aquel concepto bíblico, como, sobre todo,
de esas ideas marxistas, mucho más cuando el artículo 43, entre los principios
rectores de la política social y económica, dispone que los poderes públicos “facilitarán
la adecuada utilización del ocio”. Es la antesala de lo que podríamos denominar
un “derecho fundamental al ocio adecuado”.
Pero lo que llamamos ocio solo tiene sentido junto al neg-ocio, es
decir, ese derecho-deber de trabajar
(acaso, si lo entendemos literalmente, el menos efectivo de todos los derechos
constitucionales en uno de los Estados con más desempleo del mundo occidental),
y con una libertad de elección de profesión u oficio, aunque sea siempre
relativa, ya que se elige entre lo disponible o lo que quede al alcance, que no
siempre es lo que más le gusta a uno…
El caso es que aquella utopía de
trabajar menos y tener más ocio retorna periódicamente, y ahora parece regresar
con más fuerza que nunca, merced a la inteligencia artificial y los robots. Se
nos anuncia que más pronto que tarde, gran parte de las actividades que ahora
desarrollamos, serán asumidas por máquinas inteligentes. Todo ello en el
contexto de una economía colaborativa, que desdibuja las fronteras entre
trabajador y empresario, entre consumidor y productor. Desde luego, para que
esta revolución no genere una gran crisis o una enorme fractura social, se
estudian fórmulas que nos permitieran trabajar menos sin renunciar a las
prestaciones actuales, como por ejemplo, que los robots paguen seguridad social
(supongo que esto se refiere a sus creadores o diseñadores). No sé ni en qué
medida llegaremos a ver esto, ni si, en caso afirmativo, supondría una
evolución favorable hacia una vida en la que el trabajo no nos absorba tanto, o
un cambio traumático generador de insatisfacción social. En todo caso, creo que
lo peor que tienen algunos sueños es que a veces se hacen realidad, y es muy
probable que una vida sin trabajo, regida además por un “gobierno de las
máquinas”, no fuera mejor que esta. Así que, de momento, quien tenga un trabajo
que más o menos le estimule o le dé algunas satisfacciones, creo que tiene
motivos para estar contento.
(Fuente de la imagen: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2014-08-11/nos-quitaran-los-robots-el-trabajo-en-2025-el-veredicto-de-los-principales-expertos_173890/)
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