Pies de barro
Muchas veces he proclamado en este
mismo lugar mi convencido europeísmo. Estoy seguro de que, si se me permite la
expresión, “Europa es la única salida que tiene Europa”. Aunque convendría
precisar: la salida es más y mejor Europa. En todo caso, he de reconocer que,
aunque mantengo firme mi convicción, a veces flaquea la fe en que ese sea el
camino que realmente está transitando Europa. Y con la fe, claro, se pierde
algo de entusiasmo. Hay que ser conscientes de que la construcción europea
nunca ha sido un camino de rosas: las dificultades han hecho que una y otra vez
la consecución de los grandes objetivos fundacionales se haya ido aplazando,
dilatando o rebajando en su intensidad. Apareció así la cooperación reforzada,
para que al menos algunos Estados pudieran avanzar a un ritmo algo más elevado.
Y fruto de esa idea llegaron los que posiblemente hayan sido hasta ahora los
logros más tangibles de la Unión Europea: la libertad de circulación, real y
generalizada, aunque solo en el “espacio Schengen”, y desde luego la moneda
única, el euro, aunque en este caso en un espacio más reducido que el de la
Unión. En los últimos años, el fracaso de la Constitución europea o el Brexit
han contribuido a ralentizar todavía más el proceso de la integración.
De todas formas, en alguna medida
estas crisis pueden fortalecer a Europa, si persiste en sus objetivos
centrales, aunque por otras vías. La Constitución se sustituyó por el más
moderado Tratado de Lisboa, y quizá llegue el momento de volver a pensar en su
reforma. Y el Brexit… quizá facilite que los demás puedan seguir avanzando con
un ritmo más intenso, sin el “lastre” -si se me permite la expresión, dicha con
todo respeto- que a veces suponía el Reino Unido. En cambio, tengo más dudas de
que Europa sea capaz de superar otras crisis más profundas, en la medida en que
afectan a los cimientos que quizá haya sido su logro más importante, como es la
libertad de circulación, esa Europa sin fronteras siempre imaginada. Y es que
la supresión de las fronteras internas necesita dos presupuestos fuertes, que
como se ve recientemente, están muy lejos de cumplirse. Uno, que junto a las
personas, circulen libremente las resoluciones judiciales, en especial las que
permiten detener y enjuiciar a los presuntos responsables de delitos. De lo
contrario, tendremos una enorme excepción al principio del imperio de la ley. Y
en este aspecto, como vemos en ejemplos de todos conocidos, parece que la
regulación de la orden europea de detención y entrega es mucho menos ágil, y
mucho menos completa, de lo que nos “vendieron” en su día. Y en segundo lugar,
la supresión de las fronteras internas conlleva que las fronteras externas
deban ser homogéneas, con un grado de “permeabilidad” y con unos criterios para
la entrada similares en todos los Estados. Y eso, ante los inmensos flujos
inmigratorios que afronta la Unión, implica también la solidaridad entre todos
los países. No puede ser que la situación se intente resolver por cada Estado
de forma individual, y con criterios a veces antitéticos sobre la admisión. Las
sucesivas crisis de los refugiados, y la respuesta común al problema de la
inmigración, son los grandes retos de Europa. Si no los afronta adecuadamente,
podemos estar ante un gigante con pies de barro, que sin darse cuenta se esté
desintegrando a la vista de todos.
(Fuente de las imágenes: http://manuescudero.es/blog/2015/10/30/frente-a-la-crisis-de-los-refugiados-acciones-concretas/ y https://actualidad.rt.com/actualidad/185006-inmigrantes-refugiados-rutas-europa-ue)
No hay comentarios:
Publicar un comentario