jueves, 5 de abril de 2018

Saber estar

Saber estar



           

Decía Ortega y Gasset que los valores están jerarquizados, y ponía como ejemplo de ello la evidencia de que el valor “bondad moral” es superior al valor “elegancia”. Yo creo que la mayor importancia que se dé a uno u otro valor no implica una superioridad jerárquica de unos sobre otros. Pero lo que ahora quiero destacar es que no hay que minusvalorar la importancia de la elegancia, que es la cualidad de elegante, y esta palabra, según la primera acepción del Diccionario de la RAE, significa “dotado de gracia, nobleza y sencillez”. En esta acepción, mucho más profunda que la tercera (persona “que tiene buen gusto y distinción para vestir”), creo que la cualidad de la elegancia tiene mucho de innato, aunque pueda tener algo de aprendido. Esas “gracia, nobleza y sencillez” se tienen (o no) desde el nacimiento o la más tierna infancia, y aunque en alguna medida se pueden buscar luego, son muy difíciles de alcanzar. En todo caso, cuando una persona posee elegancia (y también en su segunda acepción como “forma bella de expresar los pensamientos”) es difícil no admirarla y reconocer su atractivo. Los demás, en cambio, hemos de conformarnos con lo que podríamos denominar “saber estar”, algo que, cada uno en su papel y situación, sí puede irse aprendiendo, en mucha mayor medida, en la familia, en la escuela, en la profesión, en la sociedad. Y que también es muy meritorio, pues resulta mucho más difícil de lo que podría parecer.



            Aunque ese “saber estar” es en todos los casos muy recomendable, resulta especialmente conveniente en todas las personas que desempeñan un cargo público. Y si ese cargo es la primera magistratura del Estado, eso llega a ser exigible; y todavía más, probablemente, en una monarquía, situación en la que cabe extender esa exigencia a los miembros de la Familia Real, cuyo carácter ejemplar es casi uno de los elementos que puede justificar (o al menos explicar) su propia existencia. Por eso, es normal que se preparen desde la infancia para “saber estar” en todas y cada una de las situaciones, y desde luego en las situaciones públicas. Es claro que las monarquías se adaptan a los tiempos, y hoy es habitual en cualquier monarquía occidental (y nada criticable) que por vía de matrimonio se incorporen a las familias reales personas que no tuvieron esa preparación desde la infancia. Pero, tras un aprendizaje más o menos duro y complejo, ese “saber estar” (con independencia de la elegancia, que no siempre está al alcance de todos) es exigible, y ha de manifestarse no solo en los aspectos más importantes, sino también en los detalles. Y si alguna vez falta, se nota.

(Fuente de las imágenes: http://www.revistavanityfair.es/moda/tendencias/articulos/camisa-flores-liberty-hombre/25585 y http://www.elmundo.es/loc/casa-real/2018/04/03/5ac396ad46163f833d8b457d.html)

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