Saber estar
Decía Ortega y Gasset que los
valores están jerarquizados, y ponía como ejemplo de ello la evidencia de que
el valor “bondad moral” es superior al valor “elegancia”. Yo creo que la mayor
importancia que se dé a uno u otro valor no implica una superioridad jerárquica
de unos sobre otros. Pero lo que ahora quiero destacar es que no hay que
minusvalorar la importancia de la elegancia, que es la cualidad de elegante, y
esta palabra, según la primera acepción del Diccionario de la RAE, significa “dotado
de gracia, nobleza y sencillez”. En esta acepción, mucho más profunda que la
tercera (persona “que tiene buen gusto y distinción para vestir”), creo que la
cualidad de la elegancia tiene mucho de innato, aunque pueda tener algo de
aprendido. Esas “gracia, nobleza y sencillez” se tienen (o no) desde el
nacimiento o la más tierna infancia, y aunque en alguna medida se pueden buscar
luego, son muy difíciles de alcanzar. En todo caso, cuando una persona posee
elegancia (y también en su segunda acepción como “forma bella de expresar los
pensamientos”) es difícil no admirarla y reconocer su atractivo. Los demás, en
cambio, hemos de conformarnos con lo que podríamos denominar “saber estar”,
algo que, cada uno en su papel y situación, sí puede irse aprendiendo, en mucha
mayor medida, en la familia, en la escuela, en la profesión, en la sociedad. Y
que también es muy meritorio, pues resulta mucho más difícil de lo que podría
parecer.
Aunque ese “saber estar” es en todos
los casos muy recomendable, resulta especialmente conveniente en todas las
personas que desempeñan un cargo público. Y si ese cargo es la primera
magistratura del Estado, eso llega a ser exigible; y todavía más,
probablemente, en una monarquía, situación en la que cabe extender esa
exigencia a los miembros de la Familia Real, cuyo carácter ejemplar es casi uno
de los elementos que puede justificar (o al menos explicar) su propia
existencia. Por eso, es normal que se preparen desde la infancia para “saber
estar” en todas y cada una de las situaciones, y desde luego en las situaciones
públicas. Es claro que las monarquías se adaptan a los tiempos, y hoy es habitual
en cualquier monarquía occidental (y nada criticable) que por vía de matrimonio
se incorporen a las familias reales personas que no tuvieron esa preparación
desde la infancia. Pero, tras un aprendizaje más o menos duro y complejo, ese
“saber estar” (con independencia de la elegancia, que no siempre está al
alcance de todos) es exigible, y ha de manifestarse no solo en los aspectos más
importantes, sino también en los detalles. Y si alguna vez falta, se nota.
(Fuente de las imágenes: http://www.revistavanityfair.es/moda/tendencias/articulos/camisa-flores-liberty-hombre/25585 y http://www.elmundo.es/loc/casa-real/2018/04/03/5ac396ad46163f833d8b457d.html)
No hay comentarios:
Publicar un comentario