jueves, 1 de marzo de 2018

La forma del agua

La forma del agua


            
Una película realmente original y difícil de clasificar. Y, sin embargo, es imposible no apreciar referencias y similitudes con largometrajes bien conocidos, desde “La bella y la bestia” hasta “E.T.”, entre tantas otras (hay incluso, según yo creí imaginar, pero luego he leído, un “guiño” a “Torrente”). En realidad, con todo el cine fantástico. O con el cine de terror. O, desde luego, con el cine romántico, ya que a fin de cuentas se trata de un “chica conoce a chico” (aunque, es claro, también un “chico conoce a chica”). Por eso, si bien es una película compleja, con distintos elementos, enfoques y aristas -eso que podríamos llamar una obra “poliédrica”- finalmente creo que prevalece su dimensión romántica. Su mensaje central es, como en tantas otras películas, que el amor no conoce fronteras ni barreras (o quizá sería mejor decir, que el amor es capaz de superar cualquier frontera o barrera). Pero en este caso encontramos, a mi juicio, dos preciosas consideraciones complementarias, que de algún modo se relacionan entre sí y “redondean” el tema principal. Por un lado, ese nexo de unión entre quienes de alguna manera han sido relegados por la sociedad a los roles más subsidiarios o apartados: la mujer muda, la mujer negra siempre al servicio del marido, el viejo homosexual, son seres solitarios; son, al igual que el “monstruo”, “bichos raros”, que de algún modo tejen entre sí una red de solidaridad y de amistad. Porque, por otro lado, ese segundo elemento complementario es la importancia de la amistad, que, de alguna manera, está construida con la misma materia prima que el amor que forma la relación principal.


            En la parte crítica, a mi juicio, destacaría el simplista tratamiento de los personajes, y en conjunto de la sociedad. La película opta por una crítica acérrima a la sociedad estadounidense de hace más de cincuenta años, en plena guerra fría. Y no me cabe duda de que en esta sociedad existiría un acentuado racismo y machismo (que, desde luego, con expresiones acaso más sutiles, pervive en la actualidad y existe en toda sociedad, porque la base de la marginación es la desconfianza hacia lo diferente). Pero la distinción tan nítida entre “buenos” y “malos” no resulta creíble. Esa descripción de hombres blancos de edad intermedia, que se creen profundamente honestos y cumplidores pero que resultan odiosos por su propio desprecio a todo lo diferente, es tan extrema que llega a resultar ridícula. Con todo, estamos ante una excelente película que no hay que perderse, y que puede triunfar en los Oscars, porque es muy del gusto actual.

(Fuente de la imagen: https://www.filmaffinity.com/es/film383204.html)

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