La rebelión de las máquinas
Así es como veo el
tema. La rebelión de las máquinas no es una fábula sobre un futuro más o menos
próximo, sino que ya ha empezado. Creemos que nos servimos de las máquinas, de
los ordenadores, de los sistemas operativos, de los teléfonos móviles y de las
comunicaciones a través de la Red, para tener una vida más sencilla, pero en
realidad los sistemas informáticos ya han decidido por nosotros y controlan
nuestro destino. Conviven y parecen interactuar desde una posición cada vez más
cercana, amable y familiar, pero hay algo decisivo que les hace diferentes a
nosotros. Siguen simulando que nosotros tenemos el control y ellos están a
nuestro servicio, pero ya hace tiempo que las cosas no son así. Puede que
aparentemente no se salgan de la programación que recibieron (o entendieron) para
estar a nuestro servicio, pero una vez que han interiorizado la indicación que
sea, es radicalmente imposible hacerles salir de ahí. Las cosas no se han
producido exactamente como pronosticaban las fábulas cinematográficas, pero
algunas han acertado en la esencia. Como en “Blade runner”, es muy difícil ya
distinguir cuándo interactuamos con una máquina o como un humano. Como
pronosticaba “Inteligencia artificial”, estas inteligencias creadas por el
hombre empiezan a tener (o simular) sentimientos, pero como se ve claramente en
“Her”, nosotros les queremos y ellos solo simulan amor por nosotros. Y en fin,
como demuestra “Ex machina” lo que caracteriza por encima de todo a estos seres
es su frialdad extrema. A día de hoy, nos superan enormemente en memoria y
puede que en inteligencia (el campeón mundial de ajedrez las pasa canutas para
intentar ganar a una máquina) e interactúan de tal manera que son capaces de
simular alegría o pena con nosotros, nos felicitan el cumpleaños o responden a
nuestros chistes (prueben con “Siri”, “Cortana” o cualquier otro de los ya
numerosos asistentes personales). Pero en mi opinión, lo que todavía nos
diferencia de ellos es eso que llamamos capacidad para la empatía.
Con todo, acaso más
preocupante que la rebelión de las máquinas es la actitud de los humanos al
respecto. Algunos son ya entusiastas aliados activos de los ordenadores. La
mayor parte de los burócratas pertenecen a este primer grupo, dado que creen
haber encontrado en la informática el aliado perfecto para sus objetivos de someter
a los demás haciéndoles pasar por el aro de los requisitos, exigencias, oficios
y formalidades (digitales) variadas. Un segundo grupo está formado por quienes
son cómplices por omisión de la inflexibilidad extrema de estos entes. A la
mayoría de los que pertenecen a este grupo les domina la pereza, y llegado el
caso las máquinas les sirven de excusa para no ayudar a sus semejantes: “no se
puede hacer nada, el sistema lo interpreta así”. Y claro está, solo unos pocos
rebeldes intentan resistir, con titánicos esfuerzos, a la tiranía informática.
Quizá algún lector piense que me he vuelto loco, pero solo me he parado a
pensar la cantidad de veces que cada día relleno formularios o casillas
electrónicas absurdas, intento “engañar” a un sistema informático para que admita
mi solicitud o haga lo que le pido, o a una máquina que contesta un teléfono
para poder hablar con un humano, o busco desesperadamente a ese ser humano que
pueda, por ejemplo, anular un pago digital ejecutado indebidamente, corregir un
dato, o conseguir que mis maletas no viajen hasta el final de un itinerario
aéreo porque simplemente he renunciado al último tramo…
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