Mis
juguetes
Mi infancia no se puede entender sin
tres elementos: coches, fútbol, y muñecos de acción. Los coches es sus diversas
versiones (miniaturas de varios tamaños, coches teledirigidos, coches de
pedales…) eran siempre un juguete muy socorrido, pero sin duda en ese terreno
mi más anhelado deseo eran esos scalextric que tenían algunos de mis amigos y
que los Reyes Magos olvidaron dejar en mi casa, aunque a decir verdad, y sin
que nunca haya sabido muy bien por qué, lo compensaron trayéndole a mi hijo mayor
el scalextric Copa Ibiza cuando ni siquiera tenía edad para saber escribir la
carta. Pasando al fútbol, a la mayoría de los niños de mi generación nos
encantaba en todas sus modalidades: coleccionábamos e intercambiábamos cromos
(y entonces nuestros ídolos eran Johan Cruyff, y entre los atléticos, Luis
Aragonés o Ayala), pero también jugábamos. En el colegio, en el mismo patio y
con las mismas porterías se jugaban a la vez seis u ocho partidos, y aunque
parezca un poco complicado –todavía más si consideramos que la portería no
tenía red, o incluso a veces lo único que había eran dos hitos o montones de libros,
carteras o ropa que marcaban lo que debían ser los postes-, la verdad es que
resolvíamos todas las controversias sin necesidad de árbitro. En este contexto,
el balón reglamentario era un excelente regalo. Pero a decir verdad, es claro
que a mí Dios, muy a mi pesar, no me llamó por la vía de triunfar jugando al
fútbol. Con todo, nunca se me dieron nada mal variantes como el futbolín, así
como aquellas maravillosas chapas con las que nos diseñábamos equipos enteros
con sus uniformes en papel, un garbanzo como balón y una caja de zapatos como
portería (aunque en una ocasión mi padre, que era muy mañoso, me construyó dos
porterías con unos alambres fuertes para la base y los postes, y redecilla de
las naranjas, que fueron la absoluta envidia de mis amigos).
En cuanto a los muñecos de acción,
tuve de todo tipo, pero mis favoritos fueron los madelman y los geyperman. Los
primeros nacieron el mismo año que yo, y dejaron de fabricarse en 1983, así que
su existencia fue paralela a mi infancia y adolescencia, y tenían algo muy
especial. Sus medidas y articulaciones los hacían mejores que los muñecos de
plástico más rudimentarios (como los airgamboys o los “clic” de famobil), pero
en realidad tenían el tamaño mínimo necesario para poseer ropa y uniformes de
tela intercambiables, así como calzado, que inicialmente no se acoplaba a un
pie sino a un muñón. Eso los hacía manejables y permitía construir un escenario
con sus accesorios, en un espacio razonable. Recuerdo el hombre rana, y un pack
completo de safari, con un madelman blanco y otro negro, su jaula, tienda y
animales, con el que tantas horas habré jugado con mi hermano o con amigos. Y,
sobre todo, aquel precioso helicóptero. En fin, todos estos juguetes, la
mayoría genuinamente españoles y no pocos de fabricación casera, contribuyeron
a que mi infancia fuera feliz. Y lo mejor: necesitaban o hacían muy conveniente
la presencia de un compañero, un amigo, un hermano. No soy un nostálgico y
jamás he pensado que cualquier tiempo pasado fuera mejor, pero a veces creo que
tantos niños que hoy veo jugando con sus consolas, sus móviles y otras
tecnologías, estarán virtualmente comunicados con centenares de compañeros,
pero física y realmente solos.
(Fuentes de las imágenes:
http://www.innovecash.com/producto/scalextrics-copa-ibiza-completo/
http://www.fcbcapball.com/history.html
http://www.enciclopediamadelman.com/page-product-details.php?ref=49)
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