Lo que simboliza Francia
En una escena de la película
“Casablanca”, la mayoría de los asistentes al café Rick´s cantan al unísono “La
marsellesa”, algo que los nazis consideraron intolerable. La primera vez que vi
esa película (y en cierta medida, las muchas más que la he vuelto a ver) me
emocioné con esa escena, y sentí el himno francés como algo propio. Obviamente,
la causa no estaba, ni mucho menos, en una mayor simpatía hacia Francia que
hacia Alemania, sino en una clara preferencia por lo que en esa escena
simbolizaba el himno: los valores de libertad, igualdad y fraternidad, frente
al totalitarismo nazi. En estos días en que muchos nos hemos sentido tan
cercanos al pueblo francés, he vuelto a tener una sensación parecida, y me he
vuelto a emocionar al ver cómo los parlamentarios y el presidente de la
República entonaban en Versalles, con la máxima solemnidad, “La marsellesa”, o
incluso más al ver cómo todo el estadio londinense de Wembley cantaba el himno
francés en el partido amistoso entre las dos selecciones. Y por supuesto, no
dudé ni un instante al poner en mi perfil de Facebook el fondo de la bandera
azul, blanca y roja que representa a nuestro país vecino, durante siglos rival
o enemigo, hoy totalmente aliado y amigo. Sin embargo, algunos no han tardado
en criticar a la red social por ofrecer la posibilidad de utilizar la bandera
francesa, pero no las de otros lugares en los que diariamente mueren personas
víctimas de las más variadas formas de violencia o injusticia; e incluso han
cuestionado por excesivas estas actitudes de condolencia, simpatía o temor, argumentando que no se
entiende por qué se da mucha más importancia a estas víctimas que a otras a las
que parecemos ignorar.
Al respecto me gustaría opinar lo
siguiente: es evidente que todas las vidas humanas tienen el mismo valor, y
aunque es humanamente comprensible que sintamos con más intensidad el dolor de
las víctimas más cercanas por tantos motivos (no en vano “prójimo” deriva de
próximo), no estará mal que esto sirva para que seamos conscientes de que hay
mucho dolor injusto en muchos lugares del mundo. Pero si todas las vidas tienen
el mismo valor, no lo tienen a mi juicio todas las ideas, y sería por ello
incorrecto poner al mismo nivel la democracia y los derechos, por un lado, y la
pura barbarie, por otro. Lo que hace en mi opinión justificable que esta ola de
solidaridad y de condolencias que ha recorrido occidente haya sido
especialmente intensa, es que los atentados del pasado 13 de noviembre no solo
han segado la vida de muchas personas y han generado un conjunto de víctimas
directas o indirectas, sino que suponen un ataque frontal a los valores de
democracia y derechos, representados en esta ocasión por Francia, como antes lo
fueron por Estados Unidos, Reino Unido, España o Turquía, entre otros.
Occidente habrá cometido más de un error –y quizá la mayor parte de ellos se
hayan producido precisamente por no ser coherente con los valores que inspiran
nuestra civilización-, pero no es en absoluto responsable de estos atentados.
Más bien es la víctima. Y ante la permanente amenaza de ataque inminente,
defenderse no es una posibilidad sino un deber. No es venganza, sino legítima
defensa. Es “luchar” –acaso en sentido literal- por nuestros derechos. Demasiadas
veces Europa ha sido incapaz de unirse para defender los valores comunes. Como
representa el ejemplo de Wembley, hoy la mayoría de los ciudadanos europeos (y
en buena lógica esto debería aplicarse a todo el mundo), se sienten unidos por
el dolor y por esos valores. Hay que
actuar en consecuencia.
(fuente de la imagen: http://mundoactualidad.net/imagen-con-mensaje/descargar-bandera-de-francia-de-luto-gratis/)
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