miércoles, 6 de mayo de 2015

Por qué luchó Padilla

¿Por qué luchó Padilla?


            La reciente colocación de una escultura de Juan de Padilla en la plaza homónima de Toledo solventa una deuda histórica que la ciudad tenía con “su” comunero. Parece realmente increíble que, después de tantas iniciativas frustradas, Padilla no contase hasta ahora con este reconocimiento en su ciudad. De la misma manera que no puede ser más oportuno el lugar elegido, en realidad la plaza que se formó cuando el emperador Carlos V ordenó destruir la casa de los Padilla. Se diría que esta plaza “estaba pidiendo” una estatua de quien fue acaso su más distinguido habitante. Por lo demás, en mi opinión la estatua, obra del escultor Martín de Vidales, es de muy hermosa factura. Tanto la importancia histórica del personaje, como el empeño y la firmeza con los que luchó por lo que creía justo, como su vinculación con Toledo, justifican sobradamente el reconocimiento, que por cierto no estaría mal que fuera acompañado por otro similar a su esposa y continuadora de su lucha tras su ejecución en Villalar, María Pacheco.   


            Todo lo anterior no es óbice, sino más bien pretexto, para que nos preguntemos por el sentido de la lucha de Padilla. Después de todo, a nuestra ciudad no le fue nada mal con Carlos V, gracias a quien tiene el título de “imperial”, y para España, si valoramos los acontecimientos en su contexto histórico y con los parámetros del siglo XVI y no los del XXI, tampoco fue globalmente una mala época, ya que alcanzó su máximo esplendor como potencia mundial. Por ello parecería que los hechos terminaron por difuminar la idea de la defensa de “España” frente al rey “extranjero”. Y, por otro lado, no dejaría de ser un exceso romántico el pensar que los comuneros actuaban como defensores de la “democracia” frente a la tiranía o el poder absoluto del monarca. Aunque es cierto que en los reinos medievales ibéricos, el surgimiento y la pujanza de las Cortes permitieron la participación de los estamentos en la toma de decisiones políticas, incluyendo a las ciudades, y que esto se perdió en cierta medida en la Edad Moderna, no cabe sin mucha exageración ver ese modelo de participación como un ejercicio de democracia; y por lo demás las Cortes, aunque con menos poderes, en modo alguno llegaron a desaparecer en España en toda la Edad Moderna, a diferencia de lo que sucedió en otros lugares como Francia. En definitiva, se diría que podría entenderse todo ese período más como una lucha entre el rey y los estamentos, que como una defensa de valores democráticos. Sin embargo, creo que la lucha de los comuneros encuentra su sentido en la defensa de las instituciones castellanas, lo que implica una forma de entender el ejercicio del poder que suponía cierta limitación al poder real. Y aunque aparentemente su derrota impidió el triunfo de esa idea, quién sabe si la mayor pervivencia de las asambleas parlamentarias en España, e incluso el mayor contrapeso que las instituciones de los reinos supusieron para el monarca (al menos en todo el período de los Austrias) no se debe en cierta medida a la huella que dejó en la conciencia colectiva la lucha comunera. Huella que de algún modo recuperarían, siglos más  tarde, los constituyentes gaditanos. 

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