¿Por
qué luchó Padilla?
La reciente colocación de una
escultura de Juan de Padilla en la plaza homónima de Toledo solventa una deuda
histórica que la ciudad tenía con “su” comunero. Parece realmente increíble que,
después de tantas iniciativas frustradas, Padilla no contase hasta ahora con
este reconocimiento en su ciudad. De la misma manera que no puede ser más
oportuno el lugar elegido, en realidad la plaza que se formó cuando el
emperador Carlos V ordenó destruir la casa de los Padilla. Se diría que esta
plaza “estaba pidiendo” una estatua de quien fue acaso su más distinguido
habitante. Por lo demás, en mi opinión la estatua, obra del escultor Martín de
Vidales, es de muy hermosa factura. Tanto la importancia histórica del
personaje, como el empeño y la firmeza con los que luchó por lo que creía
justo, como su vinculación con Toledo, justifican sobradamente el
reconocimiento, que por cierto no estaría mal que fuera acompañado por otro similar
a su esposa y continuadora de su lucha tras su ejecución en Villalar, María
Pacheco.
Todo lo anterior no es óbice, sino más bien pretexto,
para que nos preguntemos por el sentido de la lucha de Padilla. Después de
todo, a nuestra ciudad no le fue nada mal con Carlos V, gracias a quien tiene
el título de “imperial”, y para España, si valoramos los acontecimientos en su
contexto histórico y con los parámetros del siglo XVI y no los del XXI, tampoco
fue globalmente una mala época, ya que alcanzó su máximo esplendor como
potencia mundial. Por ello parecería que los hechos terminaron por difuminar la
idea de la defensa de “España” frente al rey “extranjero”. Y, por otro lado, no
dejaría de ser un exceso romántico el pensar que los comuneros actuaban como
defensores de la “democracia” frente a la tiranía o el poder absoluto del
monarca. Aunque es cierto que en los reinos medievales ibéricos, el surgimiento
y la pujanza de las Cortes permitieron la participación de los estamentos en la
toma de decisiones políticas, incluyendo a las ciudades, y que esto se perdió
en cierta medida en la Edad Moderna, no cabe sin mucha exageración ver ese
modelo de participación como un ejercicio de democracia; y por lo demás las
Cortes, aunque con menos poderes, en modo alguno llegaron a desaparecer en
España en toda la Edad Moderna, a diferencia de lo que sucedió en otros lugares
como Francia. En definitiva, se diría que podría entenderse todo ese período
más como una lucha entre el rey y los estamentos, que como una defensa de
valores democráticos. Sin embargo, creo que la lucha de los comuneros encuentra
su sentido en la defensa de las instituciones castellanas, lo que implica una
forma de entender el ejercicio del poder que suponía cierta limitación al poder
real. Y aunque aparentemente su derrota impidió el triunfo de esa idea, quién
sabe si la mayor pervivencia de las asambleas parlamentarias en España, e
incluso el mayor contrapeso que las instituciones de los reinos supusieron para
el monarca (al menos en todo el período de los Austrias) no se debe en cierta
medida a la huella que dejó en la conciencia colectiva la lucha comunera. Huella
que de algún modo recuperarían, siglos más tarde, los constituyentes gaditanos.
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