Mejorar
las campañas
Probablemente a estas alturas de la
campaña electoral, la mayoría tendemos a estar un poco hartos de la repetición
machacona de mensajes abiertamente publicitarios, de los coches que pasan
anunciando mítines por megafonía y a voz en grito, de ver las mismas caras en
los cartelitos de toda la ciudad, de nuestro buzón lleno de sobres y papeles de
propaganda electoral… eso por no decir de las muchas simplezas y de las promesas
manifiestamente demagógicas y populistas que se hacen. Podría parecer que
aprovecho el momento para escribir lo que voy a escribir, pero en realidad
llevo bastante tiempo (al igual que otros colegas) reclamando otra regulación,
y sobre todo otra práctica, en lo relativo a las campañas electorales. No se
trata solo de eso de nuevas tecnologías y redes sociales. Se trata de algo más
importante. De tres ideas fundamentales que, en mi opinión, deberían presidir
las campañas electorales modernas.
En primer lugar, debate de ideas y
de programas. Un debate que no se produce si cada uno se limita a contar “lo
suyo” a “los suyos”, así que creo que no van en la línea correcta los mítines
cuyo único objetivo es un minuto de impacto en televisión, la propaganda
electoral, los espacios gratuitos y todas las formas comunicativas que
transmiten un mensaje no susceptible de contraste con otras propuestas o de crítica.
En cambio, los debates entre candidatos en los diversos medios de comunicación
(incluyendo internet o las redes sociales) tienen mucho más sentido, y no
deberían ser una práctica puntual o excepcional, o incluso ser de imposible
realización cuando algunos candidatos los descartan. En segundo lugar,
comunicación real con los ciudadanos. Una comunicación que no puede estar
basada en los carteles con eslóganes e imágenes de los candidatos que ya
conocemos, ni en los mensajes estereotipados de la propaganda electoral, todo
ello formas de comunicación cerradas y unidireccionales, sin posibilidad de
comunicación real con los electores. Ni en el mero hecho de que el candidato
trate de recorrer muchos barrios de su ciudad, o muchos pueblos de su región,
con el único objetivo de repartir el mayor número de besos y abrazos para que
los ciudadanos le “sientan cercano”. Hay en realidad muchas vías que
posibilitan una comunicación más cercana, y aquí las nuevas tecnologías pueden
jugar un gran papel, desde buzones de correo electrónico hasta las redes
sociales, pasando por páginas webs o blogs en los que se permita la
comunicación bidireccional (sin descartar, desde luego, la comunicación
personal y directa cuando tenga un contenido real). Y en tercer lugar, el
ahorro. Creo que el actual sistema de utilización de medios públicos en campaña
electoral, además de favorecer enormemente a los partidos ya implantados,
supone un gasto inútil de demasiado dinero público. ¿Cuánto nos cuestan los
espacios gratuitos para carteles, los envíos de propaganda, los espacios para
mítines, los tiempos gratuitos para cuñas publicitarias en la televisión
pública? Y sin embargo, como he apuntado, son las formas de comunicación más
obsoletas e ineficaces. La campaña electoral, en lugar de costar dinero, puede
incluso generarlo, pues los debates reales sobre temas de interés tienen audiencia.
En fin, es mucho lo que hay que cambiar.
(Imagen tomada de http://agenciamorris.com/la-estructura-invisible-de-la-campana-electoral/)
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