A vueltas con la regla d´Hondt
Algunos
nos hemos pasado años explicando (en las aulas, en foros académicos, en los
medios) lo que podríamos llamar las distorsiones sobre la proporcionalidad
estricta que provoca la llamada regla d´Hondt, o para ser más exactos, la
combinación esta fórmula (que en España utilizamos en prácticamente todas las
elecciones, excepto en el Senado) y la circunscripción. Me ha tocado explicar
muchas veces por qué tiende a favorecer a los partidos más votados (sean los
que sean), por qué el voto de los ciudadanos de Soria (o Teruel, Guadalajara,
Cuenca…) en las elecciones al Congreso, “vale” mucho más que el de los
madrileños o barceloneses; por qué las candidaturas que concentran sus votos en
unas pocas provincias (sobre todos los nacionalistas) solían obtener muchos
mejores resultados en escaños, que quienes obtenían muchos más votos, pero
repartidos equitativamente en todo el territorio nacional (por ejemplo, y hasta
ahora, Izquierda Unida); por qué, en fin, en circunscripciones con muy pocos
escaños, la proporcionalidad se desvirtúa de una forma bastante notoria. Tanto
he explicado todo esto, que a veces tengo la sensación de haber arrinconado lo
esencial.
Lo
esencial es que todas las fórmulas electorales son democráticas cuando permiten
elegir libremente entre diversas opciones políticas y trasladan de forma
razonable los resultados en votos a los escaños. Y para ello hace falta un
contexto de pluralismo real. Lo esencial es que incluso los sistemas
mayoritarios puros son perfectamente democráticos (no es menos democrático el
Reino Unido que cualquier otro país con sistemas proporcionales, a pesar de las
distorsiones que puede producir su fórmula). Lo esencial es que incluso donde
la Constitución impone una fórmula proporcional, la que tenemos cumple
suficientemente las exigencias de este principio (lo que ha reiterado el
Tribunal Constitucional respecto a varias leyes autonómicas). Lo esencial es
que, a la hora de elegir un sistema electoral, hay muchos factores a tener en
cuenta. La proporcionalidad y el pluralismo son algunos de ellos, pero no cabe
ni mucho menos desdeñar otros, como la gobernabilidad o la estabilidad. Resulta
que este sistema tan denostado ha permitido durante casi cuarenta años una
democracia más o menos equilibrada, y sin cambio alguno ha posibilitado un modelo
pluripartidista, luego el llamado “bipartidismo imperfecto”, y ahora parece que
de nuevo pluripartidismo (o tal vez incluso atomización); a veces ha provocado
mayorías absolutas y otras veces relativas. Así que al final todo depende del
comportamiento electoral del pueblo, como debe ser. Y cuando cada vez eran más
las voces que exigían su inmediata modificación para incrementar la
proporcionalidad y dar mayor presencia a terceras y cuartas fuerzas políticas
nacionales, vemos que en Grecia un significativo premio de escaños a la fuerza
ganadora ha permitido a Syriza gobernar con holgura, o que en Italia se propone
una nueva reforma para garantizar igualmente que la fuerza ganadora pueda
gobernar sin dificultad. A ver si vamos a ir con el pie cambiado, y en lugar de
más proporcionalidad lo que va a hacer falta es garantizar la estabilidad,
ahora que parece que va a ser más difícil que nunca formar gobiernos…
(Imagen tomada de http://www.isd.org.sv/isd/index.php/marco-juridico/legislacion-electoral)
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