miércoles, 13 de mayo de 2015

A vueltas con la regla d´Hondt


A vueltas con la regla d´Hondt




            Algunos nos hemos pasado años explicando (en las aulas, en foros académicos, en los medios) lo que podríamos llamar las distorsiones sobre la proporcionalidad estricta que provoca la llamada regla d´Hondt, o para ser más exactos, la combinación esta fórmula (que en España utilizamos en prácticamente todas las elecciones, excepto en el Senado) y la circunscripción. Me ha tocado explicar muchas veces por qué tiende a favorecer a los partidos más votados (sean los que sean), por qué el voto de los ciudadanos de Soria (o Teruel, Guadalajara, Cuenca…) en las elecciones al Congreso, “vale” mucho más que el de los madrileños o barceloneses; por qué las candidaturas que concentran sus votos en unas pocas provincias (sobre todos los nacionalistas) solían obtener muchos mejores resultados en escaños, que quienes obtenían muchos más votos, pero repartidos equitativamente en todo el territorio nacional (por ejemplo, y hasta ahora, Izquierda Unida); por qué, en fin, en circunscripciones con muy pocos escaños, la proporcionalidad se desvirtúa de una forma bastante notoria. Tanto he explicado todo esto, que a veces tengo la sensación de haber arrinconado lo esencial.

            Lo esencial es que todas las fórmulas electorales son democráticas cuando permiten elegir libremente entre diversas opciones políticas y trasladan de forma razonable los resultados en votos a los escaños. Y para ello hace falta un contexto de pluralismo real. Lo esencial es que incluso los sistemas mayoritarios puros son perfectamente democráticos (no es menos democrático el Reino Unido que cualquier otro país con sistemas proporcionales, a pesar de las distorsiones que puede producir su fórmula). Lo esencial es que incluso donde la Constitución impone una fórmula proporcional, la que tenemos cumple suficientemente las exigencias de este principio (lo que ha reiterado el Tribunal Constitucional respecto a varias leyes autonómicas). Lo esencial es que, a la hora de elegir un sistema electoral, hay muchos factores a tener en cuenta. La proporcionalidad y el pluralismo son algunos de ellos, pero no cabe ni mucho menos desdeñar otros, como la gobernabilidad o la estabilidad. Resulta que este sistema tan denostado ha permitido durante casi cuarenta años una democracia más o menos equilibrada, y sin cambio alguno ha posibilitado un modelo pluripartidista, luego el llamado “bipartidismo imperfecto”, y ahora parece que de nuevo pluripartidismo (o tal vez incluso atomización); a veces ha provocado mayorías absolutas y otras veces relativas. Así que al final todo depende del comportamiento electoral del pueblo, como debe ser. Y cuando cada vez eran más las voces que exigían su inmediata modificación para incrementar la proporcionalidad y dar mayor presencia a terceras y cuartas fuerzas políticas nacionales, vemos que en Grecia un significativo premio de escaños a la fuerza ganadora ha permitido a Syriza gobernar con holgura, o que en Italia se propone una nueva reforma para garantizar igualmente que la fuerza ganadora pueda gobernar sin dificultad. A ver si vamos a ir con el pie cambiado, y en lugar de más proporcionalidad lo que va a hacer falta es garantizar la estabilidad, ahora que parece que va a ser más difícil que nunca formar gobiernos…       

(Imagen tomada de http://www.isd.org.sv/isd/index.php/marco-juridico/legislacion-electoral)

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