miércoles, 23 de julio de 2014

Asignaturas pendientes

Asignaturas pendientes



            Es bastante frecuente señalar que la proporcionalidad del sistema electoral y la existencia de un sistema de partidos muy pluralista son síntomas de buena calidad democrática. Pero también es habitual señalar como ejemplos de democracias que funcionan razonablemente bien (entre otros) a la inglesa y la de los Estados Unidos de América. Que tienen, obviamente, limitaciones y carencias, pero que son sistemas que prácticamente nadie cuestionaría de forma global por falta de democracia. Y esto es curioso, porque si nos detenemos un momento, encontramos que en el Reino Unido hay un sistema electoral mayoritario, mientras que Estados Unidos se caracteriza por tener uno de los sistemas de partidos más perfectamente bipartidistas del mundo. Naturalmente, no estoy insinuando que estas características (bipartidismo, sistema mayoritario) sean en sí mismas positivas, ni mucho menos que sean el motivo por el que suele considerarse que estos dos sistemas son modelos de democracia. Pero sí que pueden serlo a pesar de estas características. Porque en realidad, la característica que hace que el modelo inglés sea positivamente valorado es la cercanía entre electores y elegidos, consecuencia de la existencia de pequeñas circunscripciones uninominales. Y probablemente, la más positiva del sistema norteamericano es la democracia interna de los partidos políticos, con un sistema bastante abierto de primarias.




            Todo esto viene a cuento porque en nuestro país se pone demasiadas veces el acento en la conveniencia de la máxima proporcionalidad del sistema electoral, o en el hecho de que existan muchas opciones políticas con representación parlamentaria, o en un entendimiento de la democracia directa consistente en que tenga que someterse todo a referéndum. Desde luego, la proporcionalidad es una exigencia constitucional para el Congreso y las asambleas autonómicas (no así para el Senado, que sin embargo se elige a través de el sistema tantas veces reclamado de listas abiertas y desbloqueadas, sin que las diferencias con el Congreso sean en la práctica tan acusadas). Pero lo que quiero poner de relieve es que, en mi modesta opinión, ni esta, ni un sistema tan abierto que pueda llegar a la atomización de partidos, ni tampoco necesariamente el referéndum para todo, son los aspectos centrales de la regeneración que aquí hace falta. Lo que más que nada se necesita son, precisamente, los otros dos elementos que he mencionado: más democracia interna en los partidos, más cercanía entre representantes y representados. No se trata de meros principios generales o ambiguos, sino que obviamente los mismos deberían tener consecuencias importantes, tanto en la organización y funcionamiento interno de los partidos, como en las formas y sistemas de comunicación de los partidos con el electorado. Consecuencias que no pueden ser un mero deseo, sino que deberían traducirse en reformas normativas que vengan a imponer sistemas más democráticos y abiertos en el gobierno de los partidos y designación de los candidatos; fórmulas de comunicación, de respuesta a demandas y propuestas, de exigencias de responsabilidad política individual cuando los electores piensen que sus representantes no han cumplido lo prometido o no han respetado ciertos parámetros éticos. Estas son, a mi juicio, las principales asignaturas pendientes de nuestro sistema.


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