viernes, 6 de diciembre de 2013

Cambiar el "chip"

Cambiar el “chip”


            Como cada año por estas fechas, recordamos el proceso que dio lugar a la Constitución de 1978, y repetimos una vez más la palabra “consenso”, considerándolo la verdadera clave de esa especie de “milagro” que permitió que la inmensa mayoría de los ciudadanos y de las fuerzas políticas se pusieran de acuerdo en lo esencial. Y sí, están muy bien los documentales, los debates, las declaraciones, las entrevistas, las imágenes de archivo, y recordar aquella época en la que España asombró al mundo, pero estará todavía mejor extraer las enseñanzas de aquello en este momento actual, así como de cara al futuro. Por eso creo que en este trigésimo quinto aniversario de nuestra norma fundamental, más que repetir lo mismo de siempre y seguir viviendo de recuerdos y nostalgias de un espíritu que hoy parece imposible de recuperar, convendría poner el acento en otros aspectos que quizá hoy interesen más a los españoles.


            Yo creo que convendría hacer un poco de pedagogía sobre algunas cuestiones. La primera, que la Constitución es de todos, la hayan votado o no, y que el hecho de que ya seamos probablemente mayoría los españoles que por edad no pudimos participar en el referéndum de aquel 6 de diciembre, no es per se un argumento para reformar la carta magna (¿qué pasaría entonces con los estados que tienen, con pocas reformas, la misma Constitución desde hace muchas más décadas, incluso siglos como es el caso de los Estados Unidos?), dado que la misma recoge precisamente aquellos principios que deben quedar por encima del juego de las mayorías, y refleja una expresión de voluntad del pueblo soberano que solo puede ser sustituida por otro acuerdo con similar grado de aceptación y apoyo. Dicho lo cual, también conviene explicar que, manteniendo los principios esenciales, hay cuestiones que conviene ir reformando para actualizarlas y adecuarlas a nuestra realidad actual, y en las que la evolución y desarrollo vía normativa o jurisprudencial no da más de sí. El Senado o la sucesión en la Corona son probablemente los puntos más reiteradamente señalados como aspectos necesitados de reforma, pero no los únicos, y desde luego la distribución territorial del poder también es susceptible de actualización para mejorarla y “cerrar” cuestiones que el Constituyente dejó abiertas. Y es obvio que puede haber muchas posturas incluso contradictorias en este punto, pero si la mayoría tiene claro lo que ha de mejorarse, también conviene recordar que el consenso en el diseño concreto no suele ser nunca el presupuesto de salida, sino el punto de llegada. El consenso no es algo que aparezca como por arte de magia, sino que hay que buscarlo (¡qué fácilmente se encontró, por cierto, en 1992 y 2011!). Quizá conviene que nos cambiemos ya el “chip”, y no queramos seguir viviendo de contar las “batallitas” que muchos ni siquiera llegamos a librar, y nos pongamos a considerar que es lo que necesita la Constitución para mantenerse y que sus principios y preceptos puedan seguir siendo compartidos mucho tiempo más. 

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