jueves, 12 de diciembre de 2013

Congresos, libertad de expresión y apoyo público


Congresos, libertad de expresión y apoyo público

 

            Las cuestiones científicas y sociales más trascendentes suelen ser objeto de amplios debates doctrinales. Por ello siempre he pensado que, a la hora de organizar un congreso, jornada, seminario o simposio (queda bien la variedad terminológica, pero creo que nadie, salvo algún burócrata recalcitrante, sabe distinguir con nitidez estos conceptos) tan importante como la calidad y el nivel académico de los ponentes, es la pluralidad en las tendencias, perspectivas, opiniones y criterios científicos que se expresan en el evento de que se trate siempre pensando, en primer lugar, en el prestar el mejor servicio intelectual a los destinatarios de la oferta académica. Si me apuran, si yo voy a organizar y exponer, casi prefiero que los ponentes invitados tengan una opinión diferente a la mía, pues no tiene mucho sentido que todos vengan a decir lo mismo. Dicho lo cual, en un Estado democrático la libertad de expresión debe ser un pilar fundamental, así que cada uno puede opinar lo que quiera sobre las más varadas cuestiones, existiendo incluso (con ciertos límites), lo que podríamos llamar “derecho a equivocarse”. Ni siquiera está prohibido ser sectario, dogmático, radical, tendencioso, retorcido, o todo ello a la vez. Tampoco es ilegal anteponer intereses políticos o cuestiones ideológicas sobre los parámetros de neutralidad e imparcialidad exigibles a todo científico. E incluso si alguien tiene esas características y esas preferencias, se puede juntar con otros pocos que sean como él y organizar un foro o lo que quiera.

 


            Pero en tal caso, dos consecuencias deberían producirse. Primero, que el grupo de sectarios se exponen, como es obvio, a ser juzgados por la libertad de expresión de los demás, y en particular a la crítica y el rechazo de la comunidad científica, de tal manera que un evento regido por los propósitos que acabo de mencionar será habitualmente valorado negativamente y considerado carente de rigor, seriedad científica, y valor académico. Y segundo, que nunca debería emplearse dinero público para financiar este tipo de eventos carentes de los mínimos requisitos científicos exigibles. Las reflexiones anteriores son aplicables al congreso que se celebra estos días bajo el título “España contra Cataluña: una mirada histórica (1714-2014)” y que ha adquirido una injusta e inmerecida difusión nacional. Creo que, desde el título hasta el propósito declarado lo convierten en un evento tendencioso, absolutamente prescindible e irrelevante; y sin cuestionar el rango y calidad académica de los intervinientes, lo obvio es que su carácter sesgado conlleva la falta del más mínimo pluralismo. Su rigor científico ya ha sido por cierto rechazado por los historiadores más solventes, y creo que no habría que prestarle la más mínima atención. Si no fuera, claro, por el apoyo de las instituciones catalanas que el mismo ha merecido. Que es lo que me parece inadmisible.             

No hay comentarios:

Publicar un comentario