El
aborto ante el TS de Estados Unidos
Dicen que mal de muchos es consuelo
de tontos, pero al conocer la filtración del contenido de la futura sentencia
de la Corte Suprema de los Estados Unidos de América sobre el aborto lo primero
que he pensado es aquello de que “en todas partes cuecen habas”; es decir,
estas cosas no solo pasan en España, ya que hoy en día es muy difícil evitar
que cualquier información dé rápidamente la vuelta al mundo. Lo cierto es que,
en uno u otro lugar, estas filtraciones suelen tener algo en común: proceden de
sujetos interesados en que lo que dice la filtración no llegue a cumplirse,
sobre todo si logran que desde diversos sectores y lobbies se presione al
propio órgano judicial para que “reconsidere” el contenido de su decisión. De ahí deriva otro elemento en común: estas
filtraciones siempre hacen daño a la institución, pudiendo llegar a comprometer
su independencia si esta cede a esas posibles presiones; y en cualquier caso su
imagen y prestigio nunca sale bien parado de estas situaciones.
Todo esto es lo que está sucediendo
en Estados Unidos, donde muchos grupos se están movilizando para tratar de
impedir que el Tribunal Supremo apruebe su dictamen tal y como se ha filtrado. No
escribiré ni una palabra sobre el fondo del asunto hasta que la sentencia no
esté aprobada, pero siempre me han llamado la atención este tipo de
manifestaciones frente a las resoluciones judiciales. Desde luego, vaya por
delante que están plenamente amparadas por la libertad de manifestación. Y
sería imposible no ver el impacto que podría tener una decisión de este tipo,
que corregiría una de las decisiones señeras de la jurisprudencia de una de las
Cortes más influyentes del mundo, como lo fue Roe v. Wade (1973). Pero
lo que me resulta llamativo es que este tipo de manifestaciones no parecen
encuadrarse en ninguna de las dos alternativas por las cuales una decisión
judicial puede ser “injusta”, “errónea” o criticable: si el error procede de
que el derecho es injusto o no ofrece la mejor solución, habría que
manifestarse frente al poder que puede modificar el derecho, esto es, el
legislativo (o el constituyente, o incluso el ejecutivo en la medida en que
puede impulsar la reforma); si el error es del aplicador, solo puede discutirse
esa cuestión con argumentos propiamente jurídicos, así que solo quienes conozcan
la ciencia jurídica podrían argumentar contra la decisión judicial… Lo cierto
es que estamos ante un tema polémico, ante el que las sociedades suelen
dividirse, por razones morales o religiosas, pero por lo que hoy vemos en
Estados Unidos, sobre todo políticas. En estos casos, no es descabellado dejar
la solución al legislador competente.
(Fuente de la imagen: https://www.elmundo.es/internacional/2022/05/05/62724329fc6c8346588b45e0.html )
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