Música
de mi vida: Battiato
Escucharle
ha sido siempre experimentar esa sensación de entender lo aparentemente
ininteligible, de conectar con lo esotérico, de contemplar algo arcano y
aprehenderlo sin necesidad siquiera de descifrarlo. Podría pensarse que sus
letras parecían inspirarse en aquella máxima de “ya que no podemos ser
profundos, por lo menos seamos confusos”. Alguien dudaría de si se trata de
letras demasiado profundas o demasiado superficiales. Pero yo sé que, envueltas
en esas melodías de un estilo que podríamos denominar pop melódico, clásicas y
exóticas, ortodoxas y originales a la vez… esas canciones siempre me han
permitido conectar con espacios ideales y mundos remotos. Y es así como, en
momentos en que los grandes viajes eran un deseo inalcanzable (como, de nuevo, hoy),
pude sentir ese verdadero transporte, que es el que afecta a todos los sentidos
y constituye mucho más una experiencia que un mero viaje, porque su destino no
está en la geografía. Así viví noches blancas de los sarracenos, que eran de
costumbres alegres, y vi posadas prohibidas a españoles a las puertas de
Catania. Y cuando fui a la Perspectiva Nevski, me habría parecido normal
encontrarme por azar a Igor Stravinsky. También pude presenciar jesuitas en
acción, vestidos como unos bonzos en antiguas cortes con emperadores de la
dinastía Ming. E imaginé los apetitos míticos de cortesanas libias, la
posesión, las formas de amor prealejandrinas, y el movimiento tan irresistible de
caderas de las mujeres, pues ya se sabe que ver bailar flamenco era una
experiencia sensualísima. Además, escuché radio Tirana, que transmite música
balcánica, y pude oler perfumes increíbles en el aire de la tarde, y sentir un
viento a treinta grados bajo cero, que barría las desiertas avenidas y los
campanarios. Y sobre todo, experimenté un sentimiento nuevo, la pasión en la
garganta, Eros que se hace palabra.
También
asumí que los horizontes perdidos no regresan jamás, y que somos provincianos
de la Osa Menor a la conquista del espacio interestelar, porque seguimos cierta
ruta en diagonal por la Vía Láctea. Y … cuando por la tarde vuelvo a casa con
un malestar especial, entiendo que no sirven tranquilizantes o terapias: se
quiere otra vida. Después de todo, sigo buscando un centro de gravedad
permanente; sigo buscando, como nómada que soy -porque lo es nuestra especie-
la dimensión insondable. Mientras las canciones profundamente evocadoras de
Battiato sigan resonando en mi cabeza, este siciliano irrepetible no habrá
muerto.
(Fuente de la imagen: http://www.nostraitalia.it/es/franco-battiato/ )
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