jueves, 14 de septiembre de 2017

No es democracia

No es democracia



            Admito que puede resultar tentadora para algunos, dentro y fuera de España, la idea de que lo que pretende celebrar el Gobierno de Cataluña el día 1 de octubre es un ejercicio de democracia. Es fácil creer que cualquier votación es siempre una muestra de democracia. Y está ese sentimiento romántico de que las naciones tienen que decidir libremente su destino. Si además la independencia se pretende frente a quien fuera una potencia colonial (incluso aunque de aquel pasado solo quede el recuerdo remoto), se comprende que pueda generar simpatías en algunos. Simpatías a las que también habrán contribuido años de eficaz propaganda independentista, apenas contrarrestada por las instituciones españolas. Además, las instituciones catalanas y los independentistas ya han abandonado por completo cualquier esfuerzo de justificación jurídica de sus pretensiones (cuya inconstitucionalidad e ilegalidad no niegan, más allá de una genérica e inconsistente referencia al principio de libre determinación de los pueblos, que como es sobradamente conocido es inaplicable al caso, pensado como está para casos de colonización u ocupación militar), centrándose en la sola justificación de su legitimidad, precisamente como ejercicio de democracia. Por todo ello, resulta ahora necesario desmontar esta idea, que a mi juicio no resiste ni el menor análisis mínimamente riguroso, poniendo sobre la mesa los argumentos (políticos) que justifican que este pretendido referéndum no resulta la forma idónea para ejercer democráticamente ningún supuesto derecho colectivo.


Entre estos argumentos, están los que podríamos vincular a una cierta exigencia de calidad democrática, que implican que la adopción de decisiones venga acompañada de un debate abierto, incluyendo la consideración de otras alternativas al “sí” o el “no” (es probable que una amplia mayoría de catalanes prefieran una solución diferente, e intermedia entre el mantenimiento del statu quo y la independencia); y también los que se refieren a cuestiones básicas de teoría política, como que este tipo de decisiones solo puede adoptarlas el sujeto soberano, que es todo el pueblo español (y no solo porque así lo dice la Constitución). Ningún Estado occidental permitiría, ni ha permitido nunca, una ruptura unilateral e ilegal de su soberanía. Más allá de estos argumentos, hay algunos más que se derivan de la pésima gestión del proceso en las últimas semanas. Como la absoluta falta de garantías para que el 1-O fuera un proceso libre y abierto de toma de decisiones; la completa falta de neutralidad del Gobierno convocante en todo el proceso; el clima de coacción que se ha creado para favorecer la independencia; y especialmente, la falta de las más elementales garantías democráticas en la aprobación de esa “nueva legalidad” que habría de servir de sustento a la transición y al nuevo Estado. Nadie puede considerar democrático un Parlamento que aprueba leyes en un día, cercenando las más elementales garantías jurídicas y procedimentales, y los derechos políticos de toda la oposición, y obviando todos los pareceres de los órganos y funcionarios que tienen encomendada la garantía de la aplicación de normas procedimentales. Quizá la democracia no sea, como quería Kelsen,  solo procedimiento, pero desde luego el respeto al procedimiento es parte esencial de ella. La democracia no es solo la decisión por mayorías, sino el respeto a las minorías. Teniendo en cuenta esto, lo que pretenden llevar a cabo el 1-O no es un ejercicio de democracia, sino que más bien constituye un atentado contra las reglas de nuestra democracia. Ni siquiera es un ideal ejercicio “en bruto” de democracia roussoniana: es un puro puñetazo en la mesa, un golpe frontal a nuestro Estado de Derecho. 

(Fuente de la imagen: http://www.abc.es/espana/catalunya/politica/abci-puigdemont-critica-gobierno-y-define-referendum-ilegal-1-octubre-entre-dignidad-o-imposicion-201706101339_noticia.html)

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