miércoles, 16 de diciembre de 2015

El puente de los espías

El puente de los espías


         
       Sin dudar de que Steven Spielberg es uno de los mejores directores de cine en décadas, su filmografía siempre me ha parecido desigual. Desde grandes éxitos que siempre me han parecido poco destacables, como E.T., a películas menos conocidas pero muy interesantes, como la opera prima “El diablo sobre ruedas”, pasando por obras maestras como “La lista de Schindler”, pero también por otras en las que un planteamiento altamente interesante se frustra a mi juicio por un desarrollo y desenlace demasiado alambicado y comercial, como en I.A. Pero en general creo que cualquier nuevo estreno suyo merece una oportunidad, y más si las críticas previas parecen en general positivas. Con ese planteamiento acudí a ver “El puente de los espías”, y creo que es una película relevante correcta, que merece la pena. Yo diría que es clásica, pero no convencional. Previsible, pero en cierto modo innovadora. Es clásica porque conscientemente busca reconstruir el ambiente y los guiones de las películas de suspense y espionaje de la época de la guerra fría, aunque en este caso el argumento está basado (o inspirado) en hechos reales. Es previsible porque a partir de cierto momento se puede adivinar el final. Pero sus mayores recursos, su excelente y cuidado rodaje, sus técnicas, etc., hacen que resulte innovadora y diferente a otras películas del género. Spielberg utiliza con gran maestría algunos recursos cinematográficos, lo que da valor al trabajo, y especialmente a algunas escenas como la inicial.


            Por lo demás, esa doble vertiente se aprecia en las dos fases claramente diferenciadas del largometraje. Porque la película comienza con un largo planteamiento, en el que conocemos la labor del abogado interpretado magníficamente por Tom Hanks en la defensa del espía ruso capturado. En esta parte es muy destacable (ya conocen mis lectores que soy un poco “vicioso” del Derecho Constitucional) el gran interés jurídico. En efecto, aparecen ahí cuestiones relevantes, como la ética profesional de los abogados, o que derechos tienen los extranjeros, y especialmente en el caso de quienes han sido capturados por espías al servicio de un Estado enemigo (en este caso la Unión Soviética). También se aprecia el gran conocimiento y apego que la mayoría de los estadounidenses han sentido siempre por su Constitución: el término “patriotismo constitucional” procede de Alemania, y tuvo cierta utilización en España, pero es porque en Estados Unidos la identificación entre la esencia de la nación y los valores constitucionales es tan intensa que no plantea problema ninguna si ha requerido ulteriores análisis. Es verdad que en todo este tema (y en muchos otros aspectos) la película parece recurrir a los habituales “típicos tópicos”, pero es porque Spielberg no pretende ocultar su clasicismo ni su vinculación con aquellas películas de espionaje de los 50. Además, resulta muy natural que el abogado protagonista crea firmemente en esos valores vinculados a la libertad y a la apertura, que en la época se encarnaban mucho más en Estados Unidos que en la Unión Soviética. En fin, la película tiene también una segunda fase, ubicada ya en Europa, y mucho mas centrada en la acción y el suspense, sin que, a diferencia de otras películas del mismo director, resulte excesiva en ningún punto. Y en esa fase y en el desenlace, la película resulta muy correcta y no por previsible es menos vibrante. En suma, aunque no me atrevo a calificarla de obra maestra, sí es muy recomendable y entretenida, y sirve en parte para ejemplificar problemas jurídicos y éticos.

(fuente de la imagen: http://bridgeofspies.com)

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