Star
Trek
La saga de Star Trek constituye probablemente uno de los más interesantes
productos cinematográficos y televisivos de ciencia-ficción que jamás se haya
realizado. Supera claramente en profundidad y entidad intelectual a La
guerra de las galaxias, sin necesidad alguna de llegar al misticismo
críptico y bastante ininteligible de 2001. Una odisea en el espacio. Por
suerte, no tiene el enfoque tan comercial y un tanto barroco y cargante en su
concepción que caracteriza a productos de Spielberg como E.T. o Inteligencia
artificial. En mi opinión, solo Blade runner alcanza un nivel
similar a la hora de desarrollar la enorme virtud de lograr un producto tan
ameno como profundo, tan atractivo como riguroso, que bajo una apariencia de
tener pocas pretensiones más allá del entretenimiento, encierra una clarísima
invitación a la reflexión sobre lo más profundo de la condición humana. Pero Star
Trek tiene la virtud adicional de haber logrado mantener ese tono y esa
capacidad de generar interés durante décadas, primero en una serie televisiva
de gran cantidad de episodios, y luego en diversas películas sobre la misma
temática. De la profundidad filosófica de la saga da idea un excelente trabajo
de profesores tan prestigiosos como Robert Alexy y Alfonso García Figueroa,
coautores de un libro tan riguroso en términos intelectuales como delicioso en
su lectura, titulado Star Trek y los derechos humanos (tirant lo blanc,
Valencia, 2007).
Con estos antecedentes, y ante el reciente estreno de la nueva entrega
cinematográfica de la saga, titulada Star Trek. En la oscuridad, cabía
plantearse si sería posible seguir manteniendo el interés de la oferta, o
incluso ofrecer alguna nueva faceta o dimensión de interés. Con ese espíritu
acudí a ver la película, y debo decir que salí gratamente impresionado. Desde
luego, en algunos aspectos como los efectos especiales, el film da un paso
adelante mejorando los de entregas anteriores, si bien es este un aspecto que
en alguna medida cabe esperar. Más destacable es que la película sigue
profundizando en la psicología de los distintos personajes (especialmente en el
interesante “lado humano” de Spock), mantiene un guión inteligente que contiene
conversaciones ingeniosas y no pocos toques de humor, y sobre todo conserva
intacta esa capacidad de hacernos reflexionar sobre la esencia de la condición
humana. En alguna medida parece sugerirse que esa esencia, que desde luego en
toda la serie parece estar más en la intuición, los sentimientos y las
emociones que en la razón, se ubica acaso en la genial e imprevisible
combinación de todos esos elementos.
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