Mis poetas: Antonio Machado
No podía encontrar un mejor momento
ni un mejor pretexto para iniciar esta serie (que será discontinua y alternada,
como todas) dedicada a los poetas de mi vida. Hoy, 22 de febrero, hace
exactamente 80 años de la muerte de Antonio Machado, en el exilio de Colliure,
apenas un mes después de haber cruzado para siempre la frontera entre España y
Francia, tres días antes de que falleciera su propia madre. Machado es sin duda
uno de los poetas que más claramente ha marcado mi vida y mi afición por la
poesía. Resulta que antes se hacía aprender a los alumnos poemas en la escuela
(me temo que hoy esa costumbre se ha ido perdiendo), y ya en el preescolar (hoy
Educación Infantil, para los más jóvenes) recuerdo haber memorizado “Sobre el
olivar,/ se vio a la lechuza/ volar y volar…”. Luego, a lo largo de mi vida, he
leído buena parte de sus poemas, y he memorizado no pocos, lo cual tiene la
ventaja de que se pueden recordar, repasar y disfrutar en cualquier momento.
Algunos nos los enseñaban en el colegio; otros, los aprendí por mi cuenta por
gusto. Despedí la educación preuniversitaria realizando un trabajo extenso
sobre el poeta, su biografía y su obra, junto a un compañero, en COU (el
segundo de bachillerato de ahora). Y, desde luego, entonces y ahora, he cantado
y canto con Serrat los poemas incluidos en ese álbum “Dedicado a Antonio
Machado”.
De un modo u otro, la biografía de
Machado me ha acompañado, y más que aprenderla, he podido entenderla, y de
algún modo sentirla a través de su poesía. Por poner solo un ejemplo, una cosa
es saber que perdió a su jovencísima esposa Leonor Izquierdo, y otra cosa sentir
el dolor de los versos “Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería/ oye otra
vez, Dios mío, mi corazón clamar…”. A veces incluso me identifico en parte con
algunos de los versos, como los de ese “Retrato”: “Ni un seductor Mañara,/ ni
un Bradomín he sido/ -ya conocéis mi torpe aliño indumentario-/ mas recibí la
flecha que me asignó Cupido/ y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario”.
Por otro lado, siempre me ha gustado de Machado su manera de hacer poesía de lo
intrascendente, para darle luego un toque profundo, como cuando canta a las
“moscas vulgares”, o “Al olmo viejo”, pero termina con esos versos que claman
por la salvación de su amada enferma: “Mi corazón espera/ también, hacia la luz
y hacia la vida,/ otro milagro de la primavera”. En fin, cómo no destacar su
carácter crítico y regeneracionista; confieso que a veces no puedo dejar de
pensar que mantienen hoy actualidad sus versos sobre “las dos Españas”, o sobre
la apatía o la ignorancia: “- Nuestro español bosteza./ ¿Es hambre? ¿sueño? ¿hastío?/
Doctor, ¿tendrá el estómago vacío?/ - El vacío es más bien en la cabeza”.
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