Las Vírgenes
Hace poco ingresé en un grupo de
Facebook vinculado a Asturias, entre cuyas normas estaban (como hoy es común en
muchos foros, y tradicionalmente en algunos bares o espacios públicos) la
prohibición de discutir de política, a la que se añadía la de abordar debates
religiosos, que se argumentaba por el carácter laico y la pluralidad religiosa
del grupo. Lo más curioso es que de esta última prohibición se exceptuaba a la
“Santina”, “Nuestra Señora de Covadonga”, de la que se decía literalmente que
“es sagrada (no se toca); algo tiene esta santina que incluso los no creyentes
la respetan”; es decir –si lo entiendo bien-, se considera una especie de patrimonio
común asturiano. Claro está que, sin salir de Asturias, y aunque a nivel más
local, lo mismo cabría decir de tantas Vírgenes, por ejemplo, la hermosa imagen
románica de Nuestra Señora de Tina. En Toledo, qué podríamos decir. La Virgen
del Sagrario, patrona de la ciudad, es también uno de sus símbolos más
queridos, y las fiestas en su honor son de las más importantes del año. Y también
muchos ateos participan en la romería de la Virgen del Valle, o en tantas
otras. Si hubiera que decir dos nombres de mujer típicamente toledanos,
seguramente los primeros que muchos diríamos serían precisamente Sagrario y
Valle. En fin, en estos días en los que infinidad de pueblos y ciudades de toda
España celebran distintas advocaciones de la Virgen, los ejemplos podrían
multiplicarse. Hasta los alcaldes más laicistas suelen terminar por reconocer
la conveniencia de expresar el respeto por la Virgen del lugar. En México,
varias veces he oído decir que hay muchos “ateos… pero guadalupanos”, y también
hay otra buena cantidad de Vírgenes locales.
Siempre me pareció una cierta
contradicción, dentro de la lógica de la Iglesia católica, que siendo la Virgen
solo una y con el nombre de María, hubiera tantas Vírgenes locales, con nombres
específicos. La Iglesia explica que, aunque incuestionablemente la Virgen es
solo una, caben diversas “advocaciones” de ella. Pero tampoco eso me convencía
demasiado, ya que estas advocaciones llegan a cobrar tanta independencia, que
incluso he llegado a presenciar debates y discusiones sobre si es mejor esta o
la otra, la tuya o la mía. Sin embargo, con el tiempo he ido comprendiendo que
todo esto tiene un sentido. Desde el estricto punto de vista religioso, la
Virgen es (esto solo para los creyentes) nuestra madre celestial, pero
identificarla a través de una figura local con un nombre propio le da una
cercanía que de otro modo no tendría, y que es imprescindible en toda madre: no
es ya una madre lejana e inalcanzable, sino realmente próxima y familiar. Pero más
allá de este enfoque, desde la perspectiva social y cultural, las Vírgenes
locales se convierten, como ya he apuntado, en auténticos símbolos o emblemas
de la ciudad, pueblo o país de que se trate. Y aunque sea innegable su origen
religioso, en la actualidad desempeñan esta función simbólica con un alcance
mucho más general y abierto. Es por ello que, aunque afortunadamente nuestras
sociedades son plurales y abiertas, y se reconoce la libertad religiosa en
todas sus dimensiones –incluyendo la dimensión negativa de no profesar ninguna
creencia religiosa- estos símbolos se mantienen, y no parece que la tendencia
vaya hacia su desaparición, por la sencilla razón de que están fuertemente
enraizados en nuestra cultura; para muchos, más incluso que el propio sentimiento
religioso que los inspiró en su origen. Felices fiestas a todos.
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