miércoles, 26 de febrero de 2020

Reivindicación del matiz

Reivindicación del matiz



            Hay muchos factores por los cuales esta sociedad de inicios del siglo XXI parece tender inexorablemente a la radicalización y al maniqueísmo. Como ya destacara Cass Sunstein en el libro “República.com”, las nuevas tecnologías ofrecen una enorme capacidad de opción, que conlleva una tendencia a seguir solo las noticias y comentarios con los que más nos identificamos, lo que, lejos de facilitar la sana crítica o el cuestionamiento de nuestras ideas previas, las va confirmando siempre, lo que nos hace cada vez más radicales. Aquello con lo que estamos en desacuerdo o nos desagrada simplemente lo apartamos, con lo que muy pronto nuestro universo informativo y cultural se ha reducido a una mera reiteración de aquello que ya pensábamos previamente. Por lo demás, las redes sociales no parecen configuradas para fomentar un debate riguroso, serio y abierto. Lo normal es un conjunto mayor o menor de seguidores que se limita a expresar un sentimiento simple con un pequeño icono, y los comentarios suelen ser una mera adulación o, al contrario, la expresión de un desacuerdo primario y frontal, a veces con formas próximas al insulto, mucho más que con argumentos razonables. Por ahí circulaba una frase, cuyo origen no he podido precisar, que venía a decir algo así como que Facebook te hace creer que tienes amigos, Instagram que eres buen fotógrafo, Twitter que eres ingenioso; el choque con la realidad puede ser terrible. Lo cierto es que vivimos en una sociedad en la que no interesa aquello que no puede expresarse en 280 caracteres, lo cual, de nuevo, incide en la simplificación, la radicalización, y el enfrentamiento, en lugar del matiz, la ponderación y el contraste riguroso de opiniones. 

            Por supuesto, todo esto se traslada a la política y a la vida social. Los parlamentos y los gobiernos se radicalizan, y pronto cualquiera que no comulga íntegramente con las ideas imperantes será duramente criticado, condenado al ostracismo o directamente insultado. Por poner algún ejemplo reciente, los debates sobre el pin parental, la eutanasia o la reforma de los delitos contra la libertad sexual son tan sumamente pobres y decepcionantes que parece que solo se puede decir que los hijos son del Estado o de los padres; que solo cabe proteger a ultranza el concepto que algunos tienen de “vida digna”, o por contra el encarnizamiento terapéutico; y que nadie puede osar expresar el menor matiz frente al “solo sí es sí”, bajo pena de condenarse en un infierno social. Creo que quienes, aunque sea muy modestamente, tratamos de formar y expresamos opiniones, debemos evitar a ese radicalismo y reivindicar la ponderación, la moderación y el matiz. Y, sobre todo, ofrecer siempre fuentes alternativas que posibiliten un debate abierto. 

(Fuente de la imagen: https://www.politicaexterior.com/actualidad/elogio-de-la-moderacion/).

jueves, 20 de febrero de 2020

Música de mi vida: Joaquín Sabina

Música de mi vida: Joaquín Sabina



            Dice mi mujer que, ante todas las situaciones de la vida, encuentro una letra de Sabina oportuna e idónea. Quién sabe. Lo cierto es que yo, que tengo algo más de cuarenta y diez, y algo más de cuarenta y nueve dicen que aparento, incluso en estos tiempos, veloces como un Cadillac sin frenos, todos los días tienen un minuto, en que cierro los ojos y disfruto canturreando alguna canción de quien, algo mas talludito que quien escribe, igual sigue de flaco, igual de calavera, igual que antes de loco por cantar. Y desde que yo era mucho, pero mucho más joven, y viajé en sucios trenes que iban hacia el norte, y dormía de un tirón cada vez que encontraba una cama, he escuchado miles -¡pero miles!- de veces tantos discos de Joaquín, desde el memorable “Sabina y Viceversa”; he cantado al pandillero tatuado y suburbial, que aún no tenía años para votar y ya pasaba del rollo de vivir, pero a punta de navaja y empujón conseguía que el coche vacilón fuera cambiando de dueño y de lugar. Y con quien llegó de Linares-Baeza, he descubierto y amado y odiado por igual a Madrid, la ciudad donde el mar no se puede concebir, donde el deseo viaja en ascensores, donde las niñas ya no quieren ser princesas y a los niños les da por perseguir. Donde cabe especular que “el campo estará verde, debe ser primavera”.

También -¡cómo no!- he cantado con letra de Sabina a quien apenas llegó, se instaló para siempre en mi vida, porque no hay nada mejor que encontrar un amor a medida. Yo me llamaba Adán, seguramente ella se llamaba... Y aunque la tele diera en diferido el Real Madrid-Benfica, yo siempre he preferido cantar con Sabina los motivos de un sentimiento que no se puede explicar, porque tampoco doy el tipo de hincha rapado y violento, pero, por supuesto, que gane mi equipo, ese que destaca por su manera de aguantar, de crecer, de sentir, de soñar, de aprender, de sufrir, de palmar, de vencer, de vivir y de subir y bajar de las nubes... Así que, querido Joaquín, me has acompañado toda la vida, y sé que también a tantos y tantos más. Todos sabemos que prefieres levantarle la falda a la luna mientras el sol se mete en la cuna del mar a roncar. Que te gusta quedarte hasta las diez y las once, y las doce y la una y las dos y las tres. Que si la vida se deja, tú le metes mano. Todos tenemos nuestra faceta “canalla”, así que necesitamos que sigas cantándonos una canción al oído mientras nosotros mismos nos ponemos un cubata, y que sigas dándonos la letra precisa para cada situación. Y aunque más antes que después todos hemos de enfrentarnos al delicado momento… pues eso, sin prisas que, a fin de cuentas, a las misas de réquiem no somos aficionados. No te diré, Sabina, que tengas cuidado con la nicotina. Porque tenían razón tus amantes en eso de que antes el malo eras tú, pero malo y todo te necesitamos. Así que cuídate. Por cierto… va a ser que mi mujer también tenía razón. 

(Fuente de la imagen: https://www.jsabina.com ) 

miércoles, 12 de febrero de 2020

Libros de mi vida: Luces de Bohemia

Libros de mi vida: Luces de Bohemia




            Inicio esta nueva “miniserie” de “Miraderos”, a la que, como a todas las demás, iré dando continuidad “a salto de mata”. Y lo hago porque, casi al vuelo, he captado la breve noticia de que este año se cumple el centenario de esta obra maestra de Valle-Inclán... y mi mente se ha llenado de recuerdos. No sé si mi generación leía mucho más, pero recuerdo perfectamente haber dedicado buena parte de mi infancia y adolescencia a la lectura de tantas y tantas obras que estudiábamos en el colegio. Muy pronto me aficioné a casi todos los escritores de la Generación del 98. Recuerdo -y conservo- esas buenas y económicas ediciones de Cátedra o de Austral. “Luces de Bohemia” lo leí en esta última editorial. Varias veces. Y desde luego me marcó. Recuerdo literalmente tantas de sus frases (y a los profesores que nos las explicaban, en este caso especialmente a mi añorado Luis Lorente). Nacía el esperpento, inspirado en las deformaciones que provocaban los espejos cóncavos del Callejón del Gato. Reflejado y definido por el propio escritor gallego, en las conversaciones entre Max Estrella y Latino de Híspalis: “Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada…”.

 
            La idea era, pues, la deformación de la realidad, de esa realidad trágica que le tocó durante tanto tiempo vivir a España: “Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España”. Lo grotesco como idea y como forma, que daba lugar a una manera de expresarse que no podía sino sorprender e impactar a aquel niño que se iniciaba en la lectura de don Ramón María. Las conversaciones te atrapaban desde el primer momento, hasta el punto de llegar de algún modo a “habitar” las calles, callejones y lugares de aquel Madrid bohemio, imposible y ya desaparecido en aquellos años 80 del siglo XX, pero cuya huella estaba y está presente. Aquel joven lector crecía en una España que iniciaba en todos los sentidos su mayor desarrollo de toda la Edad Contemporánea, que lograba dejar atrás todas sus pesadillas y todas sus tragedias, y que se disponía a conquistar la modernidad, a imponer la razón sobre la superstición (nuestra Ilustración no había sido lo que fue en otros lugares), a superar de una vez nuestros fantasmas y nuestro fatalismo. Y sin embargo… ahí estaba todavía el esperpento, pisándonos los talones, como una realidad nunca del todo ajena, nunca del todo superada. Valle-Inclán lo supo plasmar como nadie, dejando la mejor radiografía de esa España trágica. Así que solo me queda cerrar este pequeño homenaje diciendo a este gran autor: “Eres genial. ¡Me quito el cráneo!”.

(Fuente de las imágenes: https://www.actualidadliteratura.com/breve-resumen-del-libro-luces-bohemia-valle-inclan/ y https://www.actualidadliteratura.com/luces-de-bohemia-inclan-analisis/)

martes, 4 de febrero de 2020

1917

1917



            Aunque el género bélico ha dedicado probablemente el mayor número de películas a la segunda guerra mundial y a la guerra del Vietnam, tampoco escasean las que se centran o tienen por contexto algún episodio de la primera guerra mundial. El elenco sería inabarcable; por citar alguna, hasta ahora una de mis favoritas era “Noche de paz”. Pero lo que está claro es que no resulta fácil, a estas alturas, ofrecer algo novedoso en este ámbito. Sam Mendes lo consigue sin duda con 1917. Para ello, combina magistralmente un conjunto de elementos. La verdad, no parte de una historia compleja o especialmente enrevesada: se trata, simplemente, de una misión que dos soldados tienen que cumplir. Una historia sencilla, inspirada en lo que su abuelo le contó a Sam Mendes. Si se me permite el comentario, es el tipo de misiones o aventuras que imaginábamos quienes jugábamos de niños con los “Geyperman”. Pero, por supuesto -y acaso por ese mismo motivo- es una situación llena de épica, y sobre todo, materializada de forma excelente. 

            La novedad está en la forma de la narración, que consigue un realismo nunca antes visto en una película de estas características. En este aspecto, quizá la referencia más inmediata o próxima (aunque se sitúe en la segunda guerra mundial) sea “Salvar al soldado Ryan”, pero a decir verdad, en mi humilde opinión 1917 es mejor, y está más lograda. El trabajo de los actores, y en especial de los protagonistas George Mac-Kay y Dean-Charles Chapman, es formidable. Pero quizá lo que más se ha destacado, y creo que con justicia, es la realización, con un uso intensivo del plano secuencia. Y aunque se apunta también que no es tanto como parece porque tiene sus “trucos”, creo que lo verdaderamente importante es que logra transmitir eficazmente la sensación deseada. Se introduce una tensión y una incertidumbre que hace que el tiempo pase rápido. La fotografía, desde luego, también contribuye a ello, y aquí el mérito es de Roger Deakins. Lo más parecido a recorrer físicamente una trinchera de la primera guerra mundial, para atravesar después la llamada “tierra de nadie” es ver, en el cine y concentrándose, 1917. La película logra que el espectador “sea” el protagonista, haga suya la misión que ha de cumplir, sienta su angustia, su miedo, el peligro que corre permanentemente, y “viva” la caótica situación que ha de afrontar. Hasta que no se inventen los viajes en el tiempo, no puedo imaginar mejor modo de “estar” en la primera guerra mundial. Más realista y mas completo que un videojuego, y aunque el espectador no toma las decisiones, las asume. Si están a tiempo, no se la pierdan. El largometraje ya ha comenzado a recibir premios, y no me extrañaría que sea una de las películas triunfadoras en los Óscar.    

(Fuente de la imagen: https://www.espinof.com/criticas/1917-imprescindible-proeza-tecnica-que-brilla-tambien-emocional ).