viernes, 28 de abril de 2023

Haciendo escuela

Hacer escuela





 

            Ya he escrito en una ocasión sobre lo que significan, en el ámbito académico y universitario, los términos “maestro” y “discípulo”, y por qué me gustan, más que ningún otro, para definir esa relación tan especial que suele originarse cuando se dirige una tesis y se orienta a una persona joven en los inicios de la vida académica, que sin lugar a dudas forma parte de la vida que quienes consideramos esta actividad (o al menos esta parte de nuestra actividad) no como un trabajo, sino como una vocación. Y así como probablemente nada hay más importante que los hijos en la vida, tampoco hay nada más importante que los discípulos en la vida académica. Con el paso de los años, estos discípulos son cada vez más numerosos, y uno quiere creer que, a pesar de sus diferencias en el objeto de sus investigaciones y en sus posicionamientos en muy diversas cuestiones, hay desde luego pautas comunes, seguramente más vinculadas a aspectos metodológicos y a actitudes relativas a la manera de afrontar el conocimiento, el aprendizaje y la investigación. Pero lo que es incuestionable es que surgen vínculos, personales y académicos, no solo entre el maestro y los discípulos, sino también entre todos ellos, dando lugar a comunidades académicas que tradicionalmente se han llamado “escuelas”. 

 

            Más o menos coherentes, cohesionadas o unidas, las escuelas existen, y tienen el indudable aspecto positivo de contribuir al desarrollo de la ciencia, pero además permiten crear y mantener esos vínculos. Recientemente he tenido el privilegio de coincidir en el mismo evento con más de una decena de mis discípulos. Son solo una parte, pero creo que ha sido el encuentro conjunto más amplio de cuantos he tenido, ya que cada uno de ellos procede de un lugar diferente y vino a Toledo a hacer su tesis en momentos diferentes, de manera que algunos de ellos ni siquiera se conocían personalmente entre sí. El encuentro se ha producido por la común participación en un importante foro académico internacional, pero al margen del evento he podido decirles, y lo digo ahora públicamente, lo importantes que han sido y son en mi vida; he podido transmitirles (aunque eso ya lo hice al dirigir sus tesis) las pautas y enseñanzas que yo recibí de mi maestro, Eduardo Espín Templado, quien fue realmente el creador de esa escuela. Y también les he dicho que, aunque sé que los éxitos que tienen y tendrán en su vida académica son solo consecuencia de sus méritos y esfuerzos, sin ninguna duda yo me siento muy orgulloso de ellos. He recibido ya mucho más de lo que yo haya podido dar, y eso es la mayor satisfacción, y el mayor motivo de agradecimiento hacia todos ellos. Si Dios me da vida y salud, me gustaría ver cómo la que ya han dado en llamar “escuela de Toledo” crece y se desarrolla, y cómo se fortalecen también los vínculos entre todos ellos.  

Ciudades de España: Granada

Ciudades de España: Granada




 

            Si tengo que elegir cinco ciudades españolas, seguro que incluyo Granada. Si tengo que elegir tres, también. Si solo pudiera elegir una… no sabría. Pero sin duda Granada es una de las ciudades más completas y fascinantes de toda la península. A los pies de la sierra que incluye el pico más elevado de toda la península, y a pocos kilómetros de la costa más tropical de la Europa continental, su emplazamiento es privilegiado y sirve de marco impresionante a sus espectaculares monumentos. Tiene además esos dos ríos que, según el poeta, bajan de la nieve al trigo, y sobre todo ese Darro cuyo recorrido nos permite disfrutar de una de las vistas más espectaculares, justamente al pie de la Alhambra. Porque en Granada todo es historia: es acaso la ciudad -con permiso de Córdoba- con una huella islámica más profunda de España, y no en vano fue casi el último territorio (solo antes de Navarra) en incorporarse a la Corona. Pero fue también la ciudad a la que más quiso la reina Isabel, el territorio más ansiado por los Reyes Católicos y el que centró durante años todos sus esfuerzos, hasta el punto de que decidieron cambiar su decisión de que sus restos descansaran en esa iglesia en gótico tardío que a tal efecto habían construido en nuestra ciudad de Toledo (San Juan de los Reyes), para que estos quedasen en la catedral de Granada, donde todavía podemos ver sus impresionantes sepulcros. 

 

            Por supuesto, Granada es por encima de todo la Alhambra, y también el Generalife. Digan lo que digan las encuestas o las votaciones, estos palacios nazaríes son una de las maravillas de nuestro mundo, y no están por debajo de varias de las que fueron en su día oficialmente declaradas como tales (y lo dice quien ha visto ya casi todas), y jamás dejan de sorprender por su belleza, su finura, su elegancia y su privilegiada ubicación. Nadie debería morir sin verlos, admirarlos y disfrutarlos, cosa que, por lo demás, es bueno hacer tantas veces como se pueda. Pero más allá de su visita obligada, su presencia es definitoria de la ciudad, y su vista puede disfrutarse desde muchos lugares. En cualquier caso, Granada puede y debe disfrutarse también callejeando por algunos de sus barrios más emblemáticos, y entre ellos hay que destacar el Albaicín y el Sacromonte, con sus calles estrechas tan características, con sus inconfundibles casas, con su ambiente único y, desde muchos lugares, las vistas de los palacios. Ahí veces que paseo por Granada y, sin planearlo especialmente, acabo en el Albaicín, o tal vez en el impresionante mirador de San Nicolás, disfrutando de las vistas y, con un poco de suerte, de los cantos improvisados de algunos al son de la guitarra. Granada es insuperable.

No todo es un derecho fundamental

No todo es un derecho fundamental

 


            Siempre he sido partidario de la necesidad de una interpretación evolutiva a través de la cual los tribunales (y en especial los tribunales constitucionales) adecuen la Constitución a las cambiantes circunstancias sociales y culturales. Solo así se puede mantener una “Constitución viva”, ya que esta norma tampoco puede reformarse continuamente. Pero todo tiene sus límites, y entre otros, el de que el Tribunal Constitucional ha de saber cuál es su papel, que puede ser el de interpretar y desarrollar la Constitución, pero no el de crear derechos que no existen o no derivan claramente de los existentes. Particularmente, en temas controvertidos, de gran trascendencia moral y en los que la sociedad se divide, es más prudente dejar un margen al legislador. Y claro está que eso pasará por respetar, salvo que sea abiertamente inconstitucional, la regulación derivada de la voluntad mayoritaria que representa al pueblo, pero no por convertirla en un derecho fundamental, sobre todo cuando no hay un consenso claro sobre el hecho de que tal derecho tenga un inequívoco fundamento constitucional. 

            Esto es independiente de lo que se piense sobre las cuestiones de fondo en grandes temas como aborto, eutanasia, matrimonio entre personas del mismo sexo y otros. Con un criterio razonable, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos suele aplicar en estas cuestiones el “margen de apreciación nacional”, que implica respetar las regulaciones diferentes en estos temas de los distintos Estados, al menos hasta que aprecia un consenso claro en ellos. Otros tribunales a veces han sido más audaces o activistas en la creación de derechos, pero en ocasiones han rectificado mucho más tarde. Es el caso del Tribunal Supremo de Estados Unidos sobre el aborto, considerado derecho constitucional durante los primeros seis meses del embarazo en Roe v. Wade (1973), decisión que décadas más tarde ha sido considerada profundamente errónea (Dobbs v. Jackson, 2022), no porque no pueda reconocerse tal derecho, sino porque no deriva la Constitución. El Tribunal Constitucional español parecía haberse situado claramente en la línea de la deferencia, respetuosa (con matices) con la decisión del legislador sobre el aborto en 1985, o sobre el matrimonio homosexual en 2012 (con una interpretación evolutiva que, sin embargo, difícilmente podría haber realizado en 2005). Es pronto para decirlo, pero quizá esa línea empieza a romperse con la sentencia sobre la eutanasia, y veremos qué dice sobre el aborto. Porque una cosa es convalidar la regulación legal, y otra muy diferente imponerla como la auténtica o correcta interpretación constitucional. Volveremos sobre esto.


(Fuente de la imagen: https://sites.google.com/site/losderechoshumanosdsvv/derechos-fundamentales)