jueves, 24 de febrero de 2022

De guerras

 

De guerras




 

            A veces los acontecimientos parecen acumularse para intentar desbordarnos. Hasta ayer, si había que elegir un “tema de la semana”, este sería indudablemente el de la grave crisis del principal partido de la oposición. Pero escribo estas líneas menos de 24 horas después de la última reunión de los llamados “barones” del PP con Pablo Casado, cuyo resultado parecería apuntar a una salida a esa crisis, y ya parece que este hecho es un acontecimiento del pasado, casi irrelevante en los telediarios de hoy, al lado de la invasión rusa de Ucrania. Y así son las cosas: verdaderamente supongo que la que quizá ha sido la crisis más grave, o al menos más pública, que ha sufrido cualquiera de nuestros partidos con opciones de gobierno desde la “descomposición” de la UCD, tenga una relevancia muy secundaria en comparación con la que puede tener este conflicto bélico. Pero, cada uno en su dimensión, son dos conflictos “bélicos” sin precedentes, y me gustaría esta semana decir algo, pues aunque no me siento en esta columna muy “atado” a la actualidad más descollante, a veces parece muy difícil dejarla de lado. Por lo demás, si algo ponen en común ambos conflictos es la hipocresía reinante en muchas personas, y cómo las miserias humanas -que desde luego me sigo negando a creer que sean lo más destacable de nuestra condición- a veces reclaman su protagonismo.


            Respecto a la crisis del PP, no tengo por costumbre dedicarme en este espacio a cuestiones que podríamos denominar “de política partidista”, pero todo tiene sus excepciones. Soy un firme convencido de que, dejando a un lado la cuestión de las denominaciones, España, como la mayoría de las democracias occidentales, necesita un partido conservador-liberal fuerte y “sano”, y también, desde luego, un partido socialdemócrata con idénticas características. Por ello una crisis de estas características, que abre a un partido en canal, siempre tiene consecuencias generales. Se atribuye a Bismarck la frase “las leyes son como las salchichas, es mejor no ver cómo se hacen”, y creo que la idea podría extenderse a la vida política de muchos partidos actuales. Pero cuando los problemas se muestran con obscenidad, es imposible no mirar. El caso es que ha resultado bastante triste ver cómo las mismas personas que aclamaron a un líder hace tan poco tiempo le han abandonado tan rápidamente, hasta el punto de que las palabras más amables que este recibió ayer procedieron del presidente del Gobierno y de Rufián… En fin, sobre Rusia creo que tocará hablar más adelante, por el momento me limito a destacar la pasmosa incoherencia de quienes en su día montaron ruidosas campañas por el “¡No a la guerra!”, y hoy empatizan sin rubor o aplauden la campaña bélica carente de toda justificación, emprendida por quien quizá sea el líder menos democrático de Europa. Ante esto, resulta también deprimente ver las respuestas de occidente, con mucha palabrería y acciones que no parecen condicionar lo más mínimo la posición de Rusia. Es triste ver cómo los valores de democracia, derechos humanos y paz que defiende occidente siguen siendo los más importantes en nuestro mundo, pero las potencias occidentales han perdido toda fuerza y todo protagonismo a la hora de hacerlos realidad. Es como pretender abatir a un dinosaurio con un tirachinas…


(Fuente de las imágenes: https://www.elperiodico.com/es/extra/20220218/guerra-pp-ayuso-casado-memes-13256813 y https://www.semana.com/mundo/articulo/excusa-para-la-guerra-rusia-asegura-que-separatistas-de-ucrania-le-pidieron-ayuda/202259/ )

jueves, 17 de febrero de 2022

¿A quién representan los diputados?

 

¿A quién representan los diputados?




 

            Es relativamente fácil que muchas personas estén de acuerdo en querer lo mejor y lo máximo posible para su ciudad, su región, su país. Distinto es estar de acuerdo en qué es, en cada caso, lo mejor, y a quiénes benefician medidas concretas. El caso es que el nacionalismo siempre se ha basado en ese tipo de premisas, aparentemente sencillas, y por eso no deja de ser una forma de populismo. Sin embargo, desde la aprobación de la Constitución de 1978, el importante respaldo electoral de algunas opciones nacionalistas en diversos territorios de España ha sido utilizado como forma de presión al poder central para intentar obtener, en todos los ámbitos y especialmente en el de la financiación, el mejor trato para esos territorios. Y se ve que no pocas personas piensan que lo han conseguido, porque no solo las opciones políticas nacionalistas o regionalistas han ido proliferando por toda España, sino que recientemente asistimos al relativo éxito de opciones de carácter provincial y local, cuyo objetivo parece ser el mismo: lograr que “se escuche la voz” de ese territorio, que se le visibilice y, por supuesto, lograr el mejor trato posible en todos los aspectos. Cabe entender esta pretensión, y que en algunos lugares esta logre un fuerte respaldo electoral, sobre todo en esos territorios de lo que han dado en llamar “España vaciada”, cuyos problemas han sido durante demasiado tiempo ignorados por los diversos gobiernos y por la mayoría de los ciudadanos.

          

 Pero creo sinceramente, y con todo el respeto a estas opciones y a sus votantes, que, en términos generales, la generalización de este fenómeno -cuyo auge es por el momento relativamente modesto- traería muchos más problemas que beneficios. Primero porque la maximización de los intereses particulares suele resultar difícilmente compatible con el interés general. Segundo, porque una generalización de este tipo de fenómenos tiene sin duda un efecto disgregador, pero además afectaría de forma muy significativa a nuestro modelo de democracia representativa. Algunos ya han recordado el auge del cantonalismo en la primera república, pero más allá de eso una generalización de representantes meramente “locales” se aparta de nuestro modelo contemporáneo de representación política, en el que la cámara en su conjunto representa a la nación, y evoca la representación medieval, en el que en las Cortes estaban los representantes de las ciudades y no del pueblo, y cada uno miraba solo por los intereses de su ciudad y solo tenía que rendir cuenta a sus representados. Es verdad que si tenemos diputados provinciales es por algo, pero maximizar el localismo no es nunca positivo.    


(Fuente de las imágenes: https://es.wikipedia.org/wiki/Cortes_de_Castilla y https://www.historiacultural.com/2010/11/asamblea-nacional-revolucion-francesa.html )

jueves, 10 de febrero de 2022

El Parlamento en la encrucijada

 

El Parlamento en la encrucijada

 


            Llevo décadas dedicado a estos temas, y desde que era estudiante (y eso sucedió desde luego en el siglo pasado) se habla de crisis de la institución parlamentaria. Pero que esta sobreviva de momento no quiere decir que lo haga eternamente, e incluso diría que el mero hecho de que “sobreviva”, es decir, que subsista de un modo meramente formal, no es garantía de que juegue el papel central que está llamado a desempeñar en un Estado democrático. Por poner un ejemplo, todos los gobiernos han abusado de los decretos-leyes, pero cada uno algo más que el anterior, hasta que la situación ha sido tan alarmante que el Tribunal Constitucional, originalmente muy permisivo con el margen de valoración del Gobierno en el uso de este instrumento, ha tenido que ir cuando menos matizando su doctrina. Y precisamente en el proceso de convalidación de un decreto-ley se produjo hace días esa insólita votación en el Congreso que todos conocemos, y que probablemente va a ser causa de un embrollo jurídico no menudo. No puedo aquí profundizar en la cuestión, pero creo que, error informático o error humano (y todo apunta a que fue lo segundo) las cosas no se hicieron bien, pues como han señalado algunos expertos, de acuerdo con la resolución de la Mesa que regula la cuestión, la posibilidad de cambiar la modalidad del voto, una vez emitido voto electrónico, por uno presencial, existe antes de que se lleve a cabo la votación, y solo podría ser denegada por la propia Mesa, sin duda alguna de forma motivada, y eso es algo que no sucedió. Por añadidura, no deja de resultar un tanto absurda y contraria al sentido común la aprobación de una decisión que inequívocamente es contraria a la voluntad de la cámara. Otra cosa es lo que pueda decir el Tribunal Constitucional, sobre todo si tiene en cuenta las eventuales consecuencias de una estimación de un amparo, que deberían, en buena lógica, afectar a la validez de la ley (sería un vicio esencial de procedimiento), pero que para ello tendrían que aplicarse fórmulas un tanto “forzadas” porque en este caso la ley no sería causa sino consecuencia de la violación del derecho fundamental… La “autocuestión” de inconstitucionalidad sería una opción dudosa por este motivo, y a través del amparo no se puede, directamente, declarar inconstitucional una norma con rango de ley. Pero siempre cabría la opción de un recurso directo de inconstitucionalidad basado en ese vicio procedimental, o incluso de alguna cuestión en el futuro.

            Con todo, quiero detenerme ahora en otros aspectos importantes que también se ejemplifican bastante bien en esa votación. En primer lugar, la misma regulación aplicable al voto electrónico, pensada en su día en supuestos excepcionalísimos, amenaza a la esencia misma del sentido de las funciones parlamentarias si tiende, como parece, a utilizarse de forma mucho más amplia. Y es que carece de todo sentido que un voto se deba emitir antes incluso de que comience el debate sobre esa cuestión en la propia sede parlamentaria. El parlamento es esencialmente ese debate, no meramente pulsar sí o no según le indican al parlamentario antes incluso de escuchar los argumentos propios y ajenos… Y por otro lado, me parece fuera de lugar la desaforada crítica a otros dos diputados que incumplieron en su voto el mandato recibido de su partido. El asunto es polémico y quizá otro día vuelva sobre la cuestión, pero cabe decir que negar la mera posibilidad de que el diputado individual se separe de su grupo es justificar un mandato imperativo que ni siquiera procede de los electores, sino de las cúpulas de los partidos. Y eso terminaría por hacer innecesario que cada Grupo tenga varios diputados, bastaría un portavoz con voto ponderado…   

jueves, 3 de febrero de 2022

Objetividad... y justicia

Objetividad… y justicia



 

            Cualquiera puede comprender que los profesores somos, por esencia, uno de los colectivos que estamos llamados a valorar y evaluar cotidianamente a otras personas: exámenes, trabajos, evaluación continua, tribunales de todo tipo de trabajos. Pero quizá sea menos conocido en la sociedad el hecho de que también somos, probablemente, uno de los colectivos más evaluados, y específicamente en el ámbito universitario: varias acreditaciones en la vida académica, los propios tribunales a los que hemos de acudir periódicamente (tesis, acceso a las diversas categorías de profesorado, calidad de la docencia, sexenios… convierten la evaluación del profesorado universitario en algo permanente). En ambas vertientes, si tuviera que resumir con una sola idea la evolución que han experimentado estos procesos durante los últimos tres o cuatro decenios, esta sería la tendencia a la objetivación de la evaluación. Cualquiera puede pensar que esta tendencia es positiva, pero, si se mira más despacio, creo que la “valoración de la evaluación” que actualmente hacemos (¡y padecemos!) ni mucho menos es tan favorable. Primero, porque la objetividad tiene sentido si sirve para garantizar una evaluación más justa, pero no siempre es así. Por poner un ejemplo extremo -al que todavía no hemos llegado- adjudicar los sobresalientes, o los aprobados, o las plazas de catedrático o lo que sea, por sorteo, sería un método indudablemente objetivo, ya que no deja ni un resquicio a la apreciación subjetiva o discrecional de los evaluadores; pero todos convendríamos en que sería tremendamente injusto. Por la misma razón, un cierto margen de subjetividad no es negativo, sino que puede resultar incluso conveniente o favorable si contribuye a obtener la solución más justa.    

            Porque sin llegar al extremo mencionado, si vivimos cotidianamente situaciones en las que a los profesores no se nos valora por la calidad, originalidad o interés de nuestra obra, sino teniendo en cuenta el número de páginas que esta tiene, y sobre todo el lugar que ocupa la revista o la editorial que la ha publicado en algunos concretos ránquines que alguien considera como únicos admisibles, pasando este criterio a resultar absolutamente preponderante. En cuanto a la evaluación de los alumnos, cada vez más consiste en medias aritméticas obtenidas en hojas de cálculo, respecto a una serie de actividades varias y datos aparentemente objetivables, que a veces se relacionan más con su actitud que con su aptitud. Y así es como hemos llegado a una especie de evaluación “al peso” que, en términos generales y desde la perspectiva de la justicia, no me parece mejor que la que practicábamos hace décadas. Y no niego en absoluto que pudieran producirse algunos excesos o incluso “cacicadas”, pero en general el margen de discrecionalidad -y sí, también de subjetividad- resultaba favorable. Sin ese margen, por ejemplo, la cruel aritmética puede provocar un suspenso con un 4,9, pero no conozco a ningún profesor que, si tiene que valorar globalmente el rendimiento de un alumnos teniendo en cuenta todos los factores, sin llevar a cabo complejas medias aritméticas, sea tan preciso -¡y tenga tan “mala leche”!- como para decantarse por ese resultado… Una vez más, erramos al creer que el software, el algoritmo o cualquier otro sistema contrastadamente objetivo son superiores a nosotros, ya que les faltan algunas de las más importantes cualidades humanas: empatía, sensibilidad, equidad y, en resumen, la capacidad para determinar la solución justa caso por caso. Por este camino, pronto los jueces también serán innecesarios, ya que nuestros conflictos serán resueltos por complejos algoritmos…


(Fuente de las imágenes: https://frases-para-fotos.com/cita/5141/ y http://peporespuestas.blogspot.com/2010/07/la-subjetividad-objetividad-de-la.html )