Los del Atleti
Lo primero de todo: sabemos que,
antes de todo y por encima de todo, el fútbol es un juego y un deporte. Nada
más… y nada menos. Se puede ganar y se puede perder. Pero ambas cosas hay que
saber hacerlas con “espíritu deportivo”. Siempre respetamos al rival, pero
nunca lo tememos. Damos la enhorabuena al que gana, aunque sea nuestro “eterno
rival”. No despreciamos a nadie. Pero además de todo eso, nos sabemos diferentes.
Ni mejores, ni peores, pero de algún modo especiales. No en todos los estadios,
los aficionados del equipo local permanecen tras su eliminación para aplaudir y
jalear a sus jugadores. Tampoco siempre se ve que, tras perder una final de la
Copa del Rey, 50.000 aficionados permanezcan en el estadio animando más que los
ganadores (como sucedió hace unos años en el Camp Nou frente al Sevilla). Ni
que una la afición apoye a un equipo grande todos los fines de semana durante
dos largas temporadas en segunda división. Algunos se apresuran a interpretar
esto como una señal de falta de exigencia, frente a otras aficiones que
abandonan o increpan a su equipo en la derrota, porque no aceptan otra cosa que
la victoria. Yo creo que algunos tampoco entienden esto: mientras otros exigen
siempre resultados, los atléticos exigimos entrega, “coraje y corazón”, y
cuando esto se cumple, lo reconocemos aunque el objetivo no se haya logrado.
Realmente no somos una secta. Somos
un colectivo de personas muy diferentes, heterogéneo desde casi todos los
puntos de vista. Pero sentimos que tenemos algo en común. No es un simple
sentimiento, más o menos aleatorio o vacío. Es una manera de entender muchos
aspectos de la vida. Sabemos que “si se cree, y se trabaja, se puede”. Sabemos
también que lo que parece imposible se puede conseguir en ocasiones. Que la fe,
la voluntad y el esfuerzo a veces pueden tanto o más que el dinero y los medios
materiales. Solo eso explica que, desde hace ya algunos años, nuestro equipo esté
deportivamente muy por encima de sus posibilidades económicas, derrotando o
eliminando a equipos con mucho mayor potencial, incluyendo a todos los más
grandes equipos europeos. Pero también sabemos que a veces, en la vida, se hace
todo lo que se puede, se da todo, y sin embargo no se consigue el objetivo. Sabemos
que pueden influir la suerte y muchos otros factores. A fin de cuentas,
hablamos solo de un deporte y de un juego. Pero sobre todo sabemos que de las
derrotas también se aprende, incluso más que de las victorias. Hemos aprendido
a levantarnos siempre tras una caída, y a conseguir que, en nuestro estado de
ánimo y nuestra moral, las derrotas dejen pronto de influir, mientras que
recordamos los éxitos próximos o remotos con todo lujo de detalles. Y aunque
nos llamen “sufridores”, está claro que no nos gusta perder ni sufrir. Pero sí
nos gusta mejorar, y en ese continuo deseo de crecimiento probablemente
influyen más las derrotas que las victorias. Los que creen que lo ganan todo y
siempre lo van a ganar, dejan poco espacio a la capacidad de mejorar. Yo no sé si todos los aficionados del
Atlético sienten hoy esto, pero yo sí siento que todo esto, y mucho más, es lo
que significa “ser del Atleti”. Y creo que esto encierra valores que se pueden
defender con orgullo y transmitir a las nuevas generaciones. Para que cuando
vean a la afición apoyando y jaleando al equipo tras su caída, lo entiendan de
inmediato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario