Música
de mi vida: los primeros discos
Cuando yo era niño (pienso que esto
debía ser más o menos cuando se aprobó
nuestra Constitución, que yo tampoco he votado, o incluso antes), en
casa de mis padres había un tocadiscos. Creo que era de mi hermano mayor, pero
pronto se convirtió en una especie de objeto de veneración para todos. Yo, que
siendo el quinto de seis hermanos no tenía entonces mucha capacidad de mandar o
decidir (luego tampoco es que esa capacidad se haya incrementado demasiado,
pero esa es otra cuestión), me limitaba a escuchar lo que se ponía. Por lo
demás, las opciones no eran muchas, pues aparte de un disco de Antoñita Moreno
que a nadie le gustaba realmente pero allí estaba, yo lo único que recuerdo son
dos discos: uno de Nat King Cole, y otro, el doble elepé en directo de Paco
Ibáñez en el Olympia de París. Como puede suponer el lector, escuché ambos
infinitas veces, y ambos me marcaron de algún modo. Debió ser por esta época, o
incluso algo después, cuando fundé junto a mi hermano menor el Grupo “Jaén”, en
el que cantábamos básicamente música marista, aunque también incorporamos
algunas canciones de José Luis Perales (“Navidad es Navidad” era una de la que
“bordábamos”, sobre todo en el emotivo momento de la voz en off con fondo de
música: “y extasiada ante el Cristo que nace, una madre reza por el hijo, que
lejos de su casa sentirá tristeza…”).
Ese grupo llegó a grabar alguna cinta, que fue por un tiempo número 1 en
nuestra vivienda, mientras Jaén llegó a ser el más famoso y escuchado de la
escalera.
Volviendo a “Nat King Cole en
español” y Paco Ibáñez (¡buena mezcla!), gracias al primero aprendí esas
canciones melódicas que pasan de generación en generación, esas hermosas
baladas que luego escuché a tantos otros grupos. Me encantaban todas: “Piel
canela”, “Aquellos ojos verdes”, “Quizás”, “Cachito”, “Capullito de alhelí”, y
pienso que en mi actual gusto por muchas canciones románticas (prometo o amenazo con dedicar al tema otro “Miradero”),
tiene mucho que ver aquel disco en el que Nat King Cole cantaba con esa voz tan
suave. En cuanto a Paco Ibáñez, baste
decir que con aquel disco -que como más tarde entendí fue símbolo de un estilo
y de toda una época- aprendí poesía, y quizá también de ahí me vino esa afición
por memorizar poemas (todavía a día de hoy algunos días compito con mi mujer
para ver quién se sabe más). Junto a Paco Ibáñez canté a Góngora, Quevedo, el
Arcipreste de Hita, Jorge Manrique, Antonio Machado, Rafael Alberti, Blas de Otero, José Agustín Goytisolo, Luis Cernuda, Gabriel
Celaya, Miguel Hernández, entre tantos otros. Jamás olvidaré esos poemas, y
jamás olvidaré tampoco aquel disco memorable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario