Medio siglo
Con medio siglo de vida, ya sé que
aquello que decía el poeta de que no hay que engañarse pensado que ha de durar
lo que se espera más que duró lo que se vio, no es solamente por la percepción
subjetiva de que “todo ha de pasar por tal manera”, sino muy probablemente porque
de forma objetiva y cuantitativa, así será. Y aunque tampoco es cosa de ponerle
límites a la providencia divina, sí hay que admitir que, como dice la letra de
Sabina, “más antes que después he de enfrentarme/ al delicado momento/ de
empezar a pensar en recogerme…” Pero es este un bonito momento de la vida en el
que uno puede mirar al pasado y valorar (mejor o peor) lo ya hecho, sin dejar
de lado lo que todavía queda por hacer. Un momento en el que, repasando,
compruebo que nunca me he arrepentido de haber hecho lo correcto, ni de ayudar
a los demás, y más bien solo lamento aquello en lo que me haya podido
equivocar, o que haya podido dañar a alguien. Lo bueno es que aún estoy a
tiempo de aprender la enseñanza de esa valoración, y aplicarla al futuro.
Con medio siglo, he aprendido
(aunque a veces cueste ponerlo en práctica) a no preocuparme demasiado por lo
que no es realmente relevante; a afrontar los problemas con cierta serenidad; a
dar importancia a aquello que realmente la tiene, y que no son tantas cosas.
Jesús, en las bodas de Caná, nos lo puso de manifiesto: primero, haz caso a tu
madre en lo que te pida (y eso podemos extenderlo a la familia); segundo, ayuda
a tus amigos en lo que necesiten; tercero, si vas a celebrar algo importante,
no te olvides de que haya un buen vino en cantidad suficiente. Con medio siglo,
he aprendido a no hacer caso de libros de autoayuda, ni mucho menos de los
típicos consejos hedonistas y egoístas: ocúpate de ti, cuídate, piensa en ti,
date un capricho. Mucho mejor que estas pamplinas propias de redes sociales y
cadenas, sería justo el consejo contrario: piensa en qué medida lo que haces
ayuda a los demás, es útil a alguien, aportará algo a otros. He aprendido a no
preocuparme demasiado ni por el poder, ni por el dinero, ni por el
reconocimiento que solo alimenta a la vanidad (aunque también sé que para decir
esto, hay que haber logrado satisfacer tus necesidades básicas, y saber cómo no
buscarte muchas más); es más importante pensar en qué quedará y qué sentido
tendrá lo que estás haciendo. Y creo que, si interiorizo todo esto, y Dios me
da vida y salud, tengo la oportunidad de ponerlo en práctica en el futuro. Si
es así, sé que mi mejor obra será la que todavía está por hacerse.
(Fuente de la imagen: http://www.noticierodelllano.com/noticia/con-variado-programa%C2%A0cofrem-celebra-medio-siglo-de-existencia#sthash.wghPSGBD.dpbs )
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