¡Felicidades, Majestad!
Majestad: permítame que me dirija a
usted con cierta complicidad generacional, y disculpe si le hablo con ese tono
de conocimiento que a veces usamos los profesores, aunque tal vez sea porque,
aunque por solo diez días, puedo decir que soy algo mayor que el rey. De todos
modos, no creo que necesite muchos consejos, porque desde el inicio de su
reinado ha sabido demostrar un excelente criterio y un perfecto entendimiento
de las situaciones. Pero es claro que, como su padre, no está teniendo un
comienzo fácil. Un contexto de crisis económica, social y territorial no es,
desde luego, el clima más favorable. Lo peor es que el problema no le afecta
solo a usted y a la monarquía, sino a todas las instituciones, a nuestro entero
sistema constitucional, y por supuesto a España como Estado y como nación. No
sé si este reto es mayor, menor o similar que los que tuvo que afrontar el rey
Juan Carlos al inicio de su reinado, pero me temo que hay alguna dificultad
adicional para resolverlo, debido al hecho de que ahora, a diferencia de aquel
momento, no hay un apoyo prácticamente unánime a la Corona, ni en las fuerzas
políticas ni en la sociedad. A pesar de ello, sigue siendo una institución muy bien
valorada, y los que la prefieren para España siempre han sido mayoría; una
mayoría que se ha incrementado desde que usted encarna la institución.
Y creo que ese fenómeno está
plenamente justificado. Porque su compromiso con la defensa de la Corona y de
España ha sido inequívoco desde su acceso al trono. En primer lugar, ha
iniciado una clara labor de modernización de la monarquía, tarea que explicitó
desde el primer discurso, y que se ha puesto en práctica en aspectos como la
transparencia, la austeridad y la cercanía. En cuanto a la defensa de la
Constitución y la unidad nacional, es obvio que no cabe esperar de la Corona lo
que esta no puede ni debe hacer en un sistema de monarquía parlamentaria. Pero
lo que ha hecho ha sido importante, por su claridad, su compromiso y su “auctoritas”.
Y no es nada aventurado afirmar que su memorable discurso del 3 de octubre
actuó como factor desencadenante para que muchas personas, en Cataluña,
perdieran el temor a expresar su defensa de España, Europa y la Constitución.
Tiene usted la cercanía de su padre y a elegancia de su madre, y en la reciente
entrega del toisón de oro a la princesa de Asturias, lo demostró una vez más, con
un emotivo y cercano discurso que logró combinar a la perfección su papel de
rey, padre, y cómplice y apoyo de su hija. España tiene ya mucho que
agradecerle. Siga siempre en esta línea de defensa de España y de la
Constitución, dentro del papel que esta le da, que es de ninguna “potestas”, pero
toda la “auctoritas” que usted logre. Su papel es tan importante, que después
de este tipo de discursos, a los críticos solo les queda recordar que el acceso
a la jefatura del Estado es vitalicio y hereditario. Como si la monarquía
parlamentaria no fuera plenamente compatible con la democracia, como demuestra
su pervivencia en algunas de las democracias más avanzadas del mundo. Como si,
después de todo y para la España de hoy, esta monarquía no tuviera incluso
algunas ventajas, como la neutralidad, el prestigio, y la capacidad de generar
empatía, que usted sabe ganar cada día, y que difícilmente cabría imaginar en
una persona vinculada a un partido político. Como si el rey tuviera algún poder
político o fuera algo diferente a un símbolo, probablemente el más importante,
de nuestros valores constitucionales. Como si, en suma, la monarquía
parlamentaria no hubiera sido refrendada por el pueblo soberano en la propia
Constitución, sin que las fuerzas que proponen su supresión hayan sido nunca
mayoritarias en estas cuatro décadas. Majestad, usted lo sabe perfectamente: ninguna
monarquía puede ser más racional que la República. Y en la monarquía
parlamentaria, el rey lo es “por la gracia de la Constitución”, y en definitiva
por voluntad del pueblo soberano, que en cualquier momento puede establecer una
República, si la monarquía deja de ser útil. Pero no todo es racional, y cada
país debe encontrar la forma de gobierno que mejor represente su esencia y su
historia, en el momento presente. Por su carácter simbólico, un rey puede ser
el mejor catalizador del sentimiento constitucional, y usted, que se preparó
para ello casi desde su nacimiento, ha hecho con sus palabras y con sus obras mucho
más que ninguna justificación racional por generar ese sentimiento de identificación,
de unidad, y de orgullo (aunque sea un orgullo crítico y reformista) por
pertenecer a esta España constitucional. Muchas felicidades.
(Fuente de la imagen: https://elcomercio.pe/mundo/actualidad/espana-rey-felipe-vi-celebra-50-anos-condecorando-heredera-video-noticia-493181)
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