Churchill
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Se esté más o menos de acuerdo con
él, hoy es generalmente reconocido que Winston Churchill es uno de los grandes
políticos del siglo XX. Además era un pensador notable, autor de algunas ideas
o frases que han pasado a la posteridad. Tanto ha trascendido la imagen de su
ingenio y de su ironía, que a veces se le atribuyen frases que no es seguro que
sean suyas, pero que de algún modo en el imaginario colectivo “le pegan”. Entre
sus citas reales y las atribuidas, encontramos algunas de las mejores
definiciones de democracia: “la democracia es el peor sistema de gobierno, si
exceptuamos todos los demás” (que parece segura), o “la democracia es aquel
sistema en el que cuando el timbre de la puerta suena en las tempranas horas de
la madrugada, lo más probable es que sea el lechero” (atribuida). Aunque también
en este ámbito se le atribuye alguna cita mucho más cargada de cinismo: “el
mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos
con el votante medio”. Sea como fuere, lo cierto es que su figura posee una
incuestionable trascendencia histórica, mucho más allá de su importancia como
primer ministro británico, no solo por su pensamiento, sino por su
determinación para entrar en la segunda guerra mundial y vencer al nazismo.
Precisamente una de las frases que se le atribuyen en este ámbito es la que
venía a decir que el gobierno por la paz renunció a la honra, y no tuvo ni
honra ni paz.
Con
este contexto, la película que en estas fechas se exhibe en nuestros cines, dirigida
por Jonathan Teplitzky y en la que Brian Cox encarna con maestría a este
personaje, resulta cuando menos sorprendente, porque no responde ni mucho menos
a la imagen (más o menos estereotipada) que se tiene de Churchill. No es una
biografía del personaje, sino que se centra en los días previos al desembarco
de Normandía. Y nos muestra de principio a un Churchill nervioso, dubitativo,
cabezón, inquieto, bastante arisco de carácter… Tal vez por eso las críticas se
han dividido a la hora de valorar este estreno: algunas inciden en que puede
resultar tediosa, o en que da una imagen de un personaje “petulante, patético,
achacoso e iluso”, mientras que otras consideran que es una película muy digna,
o destacan su interés y su carácter intimista. Yo estoy más de acuerdo con esta
última línea de valoración, pero creo que hay que asumir que no se trata
propiamente de una película histórica. Ni siquiera estoy seguro de que los
hechos que narra puedan ser ciertos en su detalle, al menos en lo que atañe al
papel tan insignificante e incluso subordinado que parece tener en ese momento
clave. En realidad, creo que cabe interpretar la película en clave subjetiva,
retratando a Winston Churchill tal y como él se sentía en esos momentos
cardinales para la historia contemporánea: titubeante, maniatado,
imposibilitado para aportar más. Y describe de una manera creíble cómo toda
esta experiencia le fue transformando, de un hombre más centrado en la acción,
a una persona que supo entender que lo más importante que podía aportar era su
capacidad de liderazgo y su fuerza para transmitir ánimo y energía a la
población. Ahí probablemente se genera ese gran político con visión, ese líder
responsable que hoy conocemos, en un proceso en el que hay que destacar el
importante soporte que supuso su paciente esposa. El mérito de la película
estaría entonces en que logra desmitificar la figura de Churchill, pero sin
minusvalorarla. Simplemente nos muestra buena parte de sus debilidades humanas,
entre las que finalmente supo encontrar su gran fortaleza.
(Fuente de la imagen: https://www.filmaffinity.com/es/film333834.html)
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