martes, 1 de junio de 2021

Dos botellas de vino

 

Dos botellas de vino

 


            Toda la vida había escuchado (y leído) la anécdota. Cuando en 1904 don Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós, marqués de Villaviciosa, y Gregorio Pérez “el Cainejo” culminaron la primera ascensión al Picu Urriellu o Naranjo de Bulnes, llevaban dos botellas de vino: una, para celebrarlo en el momento, y otra, para dejarle un mensaje al siguiente escalador, y de paso demostrar así que en esa cumbre, acaso la más codiciada y difícil de todo el panorama montañero español, los pioneros habían sido estos dos singulares compatriotas. Cuando dos años después Gustav Schulze se convirtió en el tercer hombre en hollar la mítica cima, habría encontrado el mensaje y la otra botella “de regalo”; y un poco después de su hazaña se reuniría con Pidal en la fonda “Velarde” de Bustio (Ribadedeva) y disfrutarían recordando el detalle y la broma, y se reirían juntos con la anécdota, mientras compartían otros vinos y recuerdos de aquella escalada que cada uno había hecho en su momento. La anécdota es tan simpática, y a la vez tiene tanto “gancho”… que yo siempre la creí. Pero hace poco tiempo he leído que la investigadora Elisa Villa ha demostrado que la anécdota del vino en el Urriellu no es cierta, y ha publicado varios artículos aportando indicios bastante concluyentes de su falsedad. O al menos, de la falsedad del elemento central de la anécdota (las dos botellas de vino en la cima del Pico), ya que las demás circunstancias sí parecen ser correctas.

 

            Y en fin, este es uno de los casos en los que a uno le gustaría que el mito o la ilusión fueran realmente verdad histórica. Pero… al parecer, y según Villa, lo que sucedió fue que, en ese encuentro (real) entre Pidal y Schulze en la fonda de Bustio, ambos debieron beber y fantasear y tal vez bromear con posibilidad de llevar y dejar las botellas de vino en el Urriellu y… la joven Delfina Velarde lo escuchó, y creyó siempre que realmente Pidal y el Cainejo dejaron las dos botellas. Siendo ya anciana, le contó esta historia a Juan Antonio Odriozola, que la incluyó en un artículo y, más tarde, al parecer, la incorporó como licencia en la traducción de la obra de Saint-Saud sobre los Picos. De ahí, la historia pasó a engrosar los mitos y leyendas. Y aunque es una pena que no sea cierta… como tal leyenda permanece en algunos ámbitos. Pero, si bien se mira, bastante épicas fueron ya las escaladas de Pidal-Cainejo y Schulze, y mítico también debió ser aquel encuentro, esta vez sí entre vinos, en ese emblemático establecimiento a la orilla del Deva. Eso sí fue épico y real, me habría encantado verlo. Lo otro… ¿importa tanto?

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